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martes, 11 de noviembre de 2008

Un fantasma sobre su espalda

Un fantasma sobre su espalda



Aún la neblina no se borra de nuestros sueños, esta vereda que nos conduce al otro lado de la pocilga esta intransitable, un murmullo recorre los tejados de algunas casas del pueblo, silbidos y gritos se amontonan al llegar el amanecer, es que aún los gallos de la comarca están soñolientos y no han realizado el ejercicio cotidiano del canto, al parecer todo los gallos estaban de fiesta y aún las campanas de la iglesia esperan por su despertar. Es hora del café, todos hablan de la muerte de algunas señoritas que vivían del otro lado del pueblo, y según contaba el señor Trino, se volvieron mariposas por regalo de Dios, todo quedaron en silencio, pero José Antonio niño enfermizo, que a su diez año vestía la ropa que aun le quedaba desde hace tres año, pregunto ¿Comó que se volvieron mariposas? , estos comentarios del señor Trino le inundaron la cabeza de infinitas ideas sobre como le crecieron las alas a las mariposas, a su diez año no entendía los misterios de la vida, ¿por qué al otro lado del pueblo?, y no cerca del bohío, para el poder deleitarse cuando las mariposas enrumbaran su mirada hacia ese cielo adornado de muñecos fantásticos y ecos remotos.


Todavía es muy tarde, y aún José Antonio sigue agachado frente al río tirando piedrecillas al agua, hojeando sus memorias, esperando que los grillos le brinden un canto uniforme al alba. Hoy a soñado con carretas y caballos, esas carretas que le roban el alma al río, esos caballos que se vuelven cómplices de su muerte. Era un Marte, segunda semana de enero, todos sueñan con las dadivas que nos traerá la vieja Belén, ya que los reyes magos no quisieron enlodarse las pantuflas de oro que compraron en Paris, es día de guardar en la comarca, unos de los sueños de José Antonio es montar a caballo, dejar que el viento le acaricie los parpados, sonreír sin despertar a los ángeles que lo protegen. Hace varios días que amanece vestido del color de la tierra de la tierra mojada, y no entiende porque los pantalones, camisas, medias y hasta los zapatos eran de tan desagradable color, no es que la tierra nos engendre los labios de odios, sino que el lodo nos llena de mugre.


Después de seis meses vestidos del color de la tierra mojada, un día la madre José Antonio entre mimos y caricias le pregunta ¿por qué llora mi niño? No sabéis que tu santo siempre te acompaña y duerme en el hombro izquierdo de tu aliento. Dentro de la brevedad de su sonrisa, puede notar que algunos de reductos de la civilización estaban llegando a la comarca, en algunas casas del pueblo el cebo de flan solamente se utiliza para curar algunas ñañaras de la piel. Han llegado los globos con luciérnagas petrificadas por el tiempo, brillan los bohíos y hasta los fantasmas se ahuyentan al descubrir que no tienen corazón. José Antonio parece no haber despertado, pero le ha llegado uno de esos días que quisiera que se lo tragaran los ladridos de los perros del señor Trino, sus piernas engendran un dolor que pareciese haber habitado en las últimas trincheras del holocausto.


El rocío de las madrugadas está abrigando desde hace una eternidad todas las rosas silvestres que habitan a la orilla del camino que nos conduce al pueblo, ese pueblo que oculta un dolor enraizado en las orugas y las libélulas que en la brevedad, vomitaron mariposas, que terrible fueron esos murciélagos que devoraron sus alas, que bebieron su sangre, que sin pudor quisieron borrar sus huellas, esas huellas que quedarían para siempre en la historia de ese hombre que fusilaba fantasmas. Era hacía ese pueblo, que un día José Antonio tendría que pisar vestido del color de la tierra mojada, adornado por un mayo jubiloso de tanto llanto, tantas horas escondidas en el tiempo.


En la bodega donde los hombres se reúnen a compartir un breve sorbo de alcohol, se habla, que con la llegada del verano también vendrán los días del santo patrón, santo de los afligidos, santo de quien la tierra se ha adueñado sin dejar que su sombra navegue en el espejismo del dolor. José Antonio ya vestido como siempre, una mañana de junio se ve sentado frente a un altar, velas y flores para el santo patrón, algunas sillas deshilachadas, unas plegarías que lo confunden, voces en su espalda, ritos y danzas ungiendo su alma y José Antonio aún duerme y sueña con mariposas y fantasmas, esos fantasmas que dormían sobre su espalda.

Fausto Antonio Aybar (Liz)

Despertar

Despertar


Rompen las olas
las murallas del hambre,
la ciudad envuelta
en el estiércol del tiempo,
millares de sombras hacía
la última ensenada del odio.
Y en la brevedad del asombro,
sangre negra rompiendo con
la terquedad de la historia,
acribillando futuros cementerios
de duendes biométricos y discursos sombríos.

Rompe el llanto
con este silencio en mohecido,
abundancia de carne en nuestros huesos
corroído por una estación de olvido,
rompe el hombre con los prejuicios
de algunas alas invadidas de espinas,
y el ser humano, es más humano,
porque aún esta llorando

Desahogo

Desahogo


Déjame tocar, tocar todo el silencio
que navega entre los murales
de tu piel y reparar a la luz de una lucíernaga
toda la cobardía de mi lengua.

Déjame reír en este solitario
bosque de humano y esparcir mis
fantasmas entre sus edificios agujerados
de olvido.

Tan solo déjame, déjame huir de mis
fantasías, déjame arrinconarme entre tus
labios de unicornio abatido y abrigarme
entre tus alas de mariposa marchita.


Tan solo déjame, déjame huir de mi silencio,
este silencio que acorrala cordilleras,
que naufraga en mis ojos de duende taciturno
y duerme en la sutileza de tu sueño.

lunes, 13 de octubre de 2008

En el nido del ilusionista

En el nido del ilusionista


La ciudad desprendiéndose del tumulto sofocante de la semana, el correr de los niños entre semáforos y semáforos, una noticia recorre los diarios, ha llegado el gran señor, el que cabalga entre ciber espacio y la melancolía de la periferia del barrio de atrás, el que tan solo con una sonrisa podría atraparnos en su red de telaraña. Quien diría que por la noche los fantasmas se acuestan a nuestro lado y nos acarician el vientre sin reparar en el llanto, es que todo estamos en plegaria permanente y las señoras de la iglesia oran sin saber cuantos muertos esconde la historia en su memoria…
Al parecer en la oficina del gendarme ha llegado una visita, esta muy bien vestido, esperando que su vestuario sea acomode a su dote de intelectual, todo murmuran. Entre los pasillos una servidumbre comenta, será el gran notable de la ciudad perdida, o quizás unos de esos que llegan a la ciudad en busca de un ángel para hacer fortuna, sin saber que en los diarios es la gran noticia del día o quizás de toda la historia de nuestras miseria, comienza a hurgar entre papeles invadidos de polillas, adivinar letras que el mecanógrafo del plantel se comió en unos de esos almuerzos clandestinos.



Ayer vi. pasar al señor gendarme, rodeado de señoras y señores, lucia un traje confeccionado por el ilustre don pepe popo, en momento parecía que su piel se desprendía de sus huesos, todo reían hasta la locura y Yam el limpiabotas del barrio no comprendía por que tanto alboroto, pero en su ignorancia pudo notar que el invitado del señor gendarme tenia los zapatos polvazos y mientras todos callaban el se arrastraba en la risa de los olvidados, en su mente pasaban infinitas lubricaciones sobre quien era nuestro invitado, una sombra vestida de color mostaza se le acercó y dijo basta de tanta risa, no ves que ha llegado el progresos a tu miserable vida, cual, el es el progreso, ese es un vendedor de sueños. Mientras la multitud vociferaba, el día se tono oscuro, alguna sillas destartaladas teñían las camisas de los invitados de un color hambriento.



Me había dicho el gallo Peralta, un hombre de valor incuestionable, que en sus años mozos fue un combatiente de la guerra de pueblo agrio, y hoy espera pacientemente en su mecedora una pensión que hace años le pertenece, que todo hablan lindo que se cortan los bigotes para modular los gestos y convencer al pueblo con sus discursos llenos de palabras huecas, parece como sino dieran un brebaje de raíces de los árboles que pueblan el infierno. Parece que las nubes se pusieran de acuerdo para atrofiar el monologo del invitado y callar tantas mentiras con la sutileza de la lluvia y los truenos, alguien echo a correr y entre los tintes diluidos de algunas señoras que habitan en la avenida del ensueño, me pareció oír gritar un niño, tan solo fue el señor pepe popo que con su poco dotes varonil huía de la bendición de la lluvia y el despojo de este discurso maratónico.


Esta lluvia no cesa, los gatos y los perros han hecho una tregua, han decidido compartir el cojín que herméticamente cuidaba lulu. Doña Tere la matrona del barrio de atrás se pronuncio en la tertulia sabatina del café y dijo, este temporal va hacer largo porque mis reumas me llega hasta la quijada, hace diez años que sentí lo mismo dolores y quince día de lluvia y relámpagos fueron suficiente para llenar este pueblo de penuria o quizás mas penuria. En el noticiario pasaban escena como salida de una película las casas inundadas, los ríos reclamando todo las tierra que le pertenecía desde el inicio del inicio, latas de leches, algunos rollos de papel, sardinas, arroz, ese era el señor gendarme siempre recordándose de los hijos de nadie, don gallo Peralta en su mecedora tocándose la nariz exclama, una dadiva mas del señor gendarme y sus grupos de vendedores de sueños, pues todo tiene una razón de ser, clavos para el carpintero y mocha para el labrador.



En la cena de beneficencia los preparativos estaban todo listo, una vez mas pepe popo se encargaba del vestuario de los invitados parecía una fiesta de carnaval, lentejuelas, joyas de la más fina colección de la selva brasileña, zapatos de pieles sintéticas de Italia, esto era un cuento de hada, comidas a granel, perfume y música importada de uno de los anillos de saturno. Entre la confusión el señor gendarme a pareció con su invitado de honor, Mr hoppin, hombre alto, misterioso de porte ingles tan lucido que las letras le brotaban por los cabellos, una fluidez al hablar, todo quedaban boca abierta ante tal alocución, pero era algo que poco se detenían a reflexionar, porque siempre los zapatos polvazos algo que intrigaba a doña Tere y al limpiabotas del barrio de atrás. Pero me dijo tita guara que los hombres lucidos no son los hombres mas honesto, porque si son los mas hábiles.



Ha llegado el otoño a la ciudad, los árboles de almendras y guayabas parecen como recién nacido tocado por la lujuria del viento, en la esquina del barrio un juego de domino nos alivia el hambre. Es que en el trópico todas las estaciones nos parecen iguales, a veces confundimos primavera con el invierno, los repentinos aguaceros nos alejan de las reuniones familiares y laborales, porque el trópico se desplaza en muestro sueños sin tapujos ni comparsa. Me pareció oír a doña Tere con tos de mula, esta quebrantada, tiene varios día que sus paseos son de la cama a la cocina para ser una tisana, de esa que curan hasta la mala suerte.



La voz tronaba, las palomas del parque central volaban despavoridas, una anciana que salía del templo pregunto ¿quien es ese que brama como rinoceronte asustado , nadie respondió, pero era Mr Hoppin dialogando con los intelectuales del árbol de framboyán, también llamado los peñitas del maletín, todo transcurrió entre palabras de diccionarios y los libros polvorientos que Mr Hoppin había traído de la ciudad desconocida, eran esos libros que guardaban todo el secreto de la sabiduría divina. En la ultima calle del barrio alguien asechaba al caer la noche, era don pepe popo detrás de los servicio de los hombres que se vestían de mariposas, quien podría creer que tan ilustrado señor mordía la mugre con tan solo un gemido.



Eran la cinco de la tarde cuando el señor gendarme tomaba el te, en el televisor una noticia triste, don pepe popo famosos diseñador fue asesinado por unos mozalbetes que sin mirar su bondad le perforaron el vientre y se bebieron su sangre como perros que lamen su odio. Este sudaba, algunas lágrimas invisibles se desprendían de su mejilla agrietada por el tiempo, hizo llamar al señor cura que en ese momento le perdonaba todas las culpas futuras a su querida amiga mariposa, del barrio de atrás. Quien a recibido las condolencias y ramos de flores que para fines de protocolo que el señor gendarme a mandado, porque tan solo hasta aquí a llegado el señor cura, gallo Peralta y doña Tere para oír los gritos de unas señoras que nunca habían vivido por aquí y se llenaban los ojos de saliva para fingir sus lagrimas.


Han pasado cinco años y alguien se le ocurrió celebrar el cabo de año del señor pepe popo, doña Tere exclamo en su tertulia sabatina, esa cruz ya no es cruz, solo hierva, los hombres de sacos están muy ocupado en las cifras y las estadísticas de algunos patrones que nunca han bebido un escoses en sosiego, al parecer se avecina una debacle del bolsillo. En su oficina adyacente a la del señor gendarme esta ubicado Mr Hoppin, columnas de papeles le adornan el rostro y el con lente en mano busca minuciosamente una cuchara para mover su café. Es tarde, como siempre las noches son noches porque las bombillas de las calles nunca están encendidas, al otro lado de la ciudad suenan las sirenas, alguien es timado sin pudor y Mr Hoppin en su oficina hace la última observación a la gran lista de voluntarios fiscales. La brisa de navidad nos llena de nostalgia, los tarantines de la plaza están adornados de aguinaldos y frutas, algunos viajeros disfrutan de la última estocada del mar, en la sala de espera se vislumbra un hombre alto, con zancada de soñador, parece tener mas prisa que lo que ya no están, es Mr Hoppin que va de viaje a la ciudad desconocida, tendrá alguien que lo espere, algún mueble viejo o quizás una silla rota postrada en el jardín. Pero al sentarse en la banca de espera cruzo las pierna y todo notaron que los zapatos aun estaban sin lustrar.

viernes, 10 de octubre de 2008

LA ABUELA, RUMBO AL CHARCO.

Cuando los indios poblaban el charco



En las aguas turbias del arroyuelo, unos renacuajos chapotean entre los rayos de luces que se escapan de las heridas de estos árboles centenarios. Mas allá del despeñadero está el charco, al frente, el misterioso árbol de javilla que ha permanecido silencioso como si fuese testigo de una historia olvidada. La abuela esta en la cocina junto al fogón, dos jarros enganchados para sacar agua de la tinaja, una voz que resuena en la lejanía , quien será, es tío Enriquillo que viene del conuco vociferando a los perros que perseguían un hurón que hace tiempo se esta comiendo las gallinas de tita guara. Por el sendero donde se llega al rió, siempre esta adornado de flores, las ciguas y los carpinteros hacen nido en las ramas secas, al parecer la familia va a crecer.



En el cuarto de dormir las poncheras están en su lugar, el rosario, un retrato de un santo que alivia el dolor, la abuela sigue arrodillada frente al altar, una lumbrera hecha de aceite y algodón, el bohío se llena de plegaría y entre los setos resuenan las ultimas silabas del padre nuestro, todo sigue en calma la noche es mas densa cuando la luna esta de picara conquistando un cometa. Ayer cuando tomaba el café para ir a trabajar al conuco el abuelo preparaba un cigarro con hoja de naranja agria porque según el, aunque es un placer, alivia los dolores de cabeza. Esta hiervas crecen rápido los cafetales están en sus primeras flores, la abundancia se avecina, en forma glorificante expreso tío Herniquillo con un gran trozo de caña en la boca. Al parecer los perros han olfateado un animal extraño, ladran de una manera inusual, los campesinos en el conuco se persignan no importa lo temprano que sea.


Alla en el sendero donde los árboles se visten de moho, las mariposas se posan en la frialdad de la niebla, corren los caballos cargando sus alganas, pisoteando cada sueño que se oculta entre las brechas de los bohíos y ahí esta Tita guara barriendo la enramada con su escoba de tiriguillo, un titi de los niños hace reunir las gallinas que estaban escarbando para alimentar sus polluelos con algunas lombrices. Aun se oyen los perros ladrando a la distancia, parece no cansarse, en el patio el correteo de los niños ahuyentan las ciguas que se posaban en el guayabal.


La abuela, Mama malita, siempre dormía en el lado izquierdo y a orilla de la cama, parecía una de esas vírgenes que fueron disecados en los tiempos de la inquisición, en sus largos sueños por momentos parecía no estar en la habitación. Corrían los duendes por aquel largo sendero que llevaba al charco y jugueteando entre la maleza de los árboles llevaban a la abuela de las manos como si fuera ave en escapada o caballo al trote entre la neblina. Nunca la abuela hablaba de tan misterioso sueño, se atrincheraba en su mecedora de guamo y al pasar las horas repasaba lentamente su sueño sin espacio para las dudas ni los olvidos. Como siempre en la barbacoa hay un plato de comida para cualquier visitante que pase frente al bohío no importando si esta o no hambriento, son la cinco de la tarde es hora del café, esta de visita por acá tita Mayompa, especialista en el arte de cocer, a recorrido un largo trayecto para llegar hasta el bohío, tita guara comenta están floreciendo los mangos, comadre esa mata que esta frente al camino da los mangos mas dulces de la vereda.



Unas nubes oscuras se ciñen en el horizonte, los pájaros se alborotan, su vuelo de un lado a otro nos dice que mayo esta más cerca, que lo pronosticado por nuestros huesos ya cansados, los nidos están terminados, los pájaros se ocultaran de los relámpagos y truenos que no trae mayo en su vientre, en los caños del bohío las primeras aguas son benditas, la abuela se moja el rostro para que los espíritus abandonen por momento sus guaridas en las empalizadas. De tantas aguas sean llenado los caminos de lodos, los ruedo de los pantalones pesan como pesa la historia en nuestros hombros, en una esquina del bohío el abuelo inclina una silla, toma la postura de un poeta y mira la lluvia caer, escaparse entre las hojas del cafetal.


Por fin la abuela rompe con ese silencio que parece había llevado por siglo entre sus labios, era uno de esos día, después de una intensa lluvia, a la melodía del pilón donde se machaca el café, ella comenta, estenio largos sueños, sueños donde los indio que pueblan el charco me llaman y a veces me tocan, ese charco lleno de oro y diamantes, lleno de orquídeas flamantes, esos indios vestidos como reyes incas, con el pelo tan largo como un arco iris engendrado en la última estación del delirio. Han emergido, hemos hablados, no se en que lengua pero lo hemos hecho, me han ofrecido ser la reina de su charco y ser protegida por el gran árbol de jabilla. Y no se porque cuando los gallos cantan toda esta magia se dilata y me veo frente al fogón atizando algunas brazas.


En el patio se oyen caer los aguacates de la protegida mata del abuelo, al parecer los trozos de yuca los acompañaremos con manteca de cerdo, que aunque no es carne tiene un buen sabor, todo a transcurrido entre el ir y venir de la abuela de la cocina al bohío, las habichuelas no necesitan mas especia que ajo y cilantro o quizás un grano de sal para asentar el gusto. Y quien ha mirado a la distancia, y descubrir que entre los cafetales hay algunas sombras al asecho, ojos fosforescentes que al constratar con algunos rayos de sol nos dejan el alma intoxicada de miedo. Es casi otoño, los árboles se desnudan, como se desnudan los girasoles al postrarse en el silencio, en el charco los indios esperan a la abuela, que algún día a de llegar de ese largo sueño que por sacos de siglo le ha infectado los parpados, que en el lado izquierdo de la cama aún el frió de los rincones no ahuyenta a las luciérnagas, esas luciérnagas que mueren en las lenguas de las salamanquesas.

Fausto Aybar

jueves, 21 de agosto de 2008

EVA, BUSCANDO EL MAR



Eva, Buscando el Mar


Quién ha dicho
que ella nunca ha visto el mar,
burbujas marinas asediando sus sueños,
aromas de sirenas adheridas a su piel,
fabulas de piratas y duendes naufragando
en el silencio oblicuo de su eco.

Quién ha dicho
que ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar habita entre sus ojos
de doncella taciturna, cuando de su vientre
emergen voces de barcos fantasmas.

Tal vez nunca ha visto el mar,
nunca ha tocado el silencio de sus olas
nunca ha acariciado la sutileza de su aliento,
y que, de esos poetas que hicieron del mar su tumba,
y a pertrecharon de sal su llanto.


Por qué llorar,
si ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar corre vorazmente entre sus
labios y desmenuza en la calidez del trópico
todo el encanto de su tristeza.


Quién ha dicho
que ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar dibuja en su sexo
anémonas fosforescentes, cuando de su lengua
brotan anclas invisibles y  palabras olvidadas.

Si, por qué decir que ella
nunca ha visto el mar, cuando el mar
está entre sus ojos, cuando sus ojos son
deshojados por el mar.

jueves, 7 de agosto de 2008

Puertas

Puertas

Y de momentos esas puertas,
puertas donde los ángeles muerden sus orgasmos,
donde la fantasía de los arco iris se inmutan ante
la llegada de una llovizna invisible que golpea los siglos.


Y la he cruzado sin pretender
aniquilar lunas y luciérnagas, tan solo son puertas,
puertas corroídas, quizás olvidadas, llenas de sueños y fantasmas,
interpelando reptiles de esta ciudad devastada.

Y esas puertas, perforadas de ausencia,
lánguidas, retorciéndose entre sus sombras,
ultrajando vientres entre globos blancos,
por que son puertas devoradas por el silencio musical de mi silencio,
por que tan solo son puertas, las puertas del alma.

Liz

SERIE DE CUENTO "VOCES AJENAS"

            LA EXCLUSIVA   Hay puertas que supuestamente van al paraíso, y lo cierto es que son la entrada al mismo infierno. Asombrad...