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jueves, 8 de junio de 2017

WALT WHITMAN ( EL NORTE DEL VERSO LIBRE )


Walt Whitman

(West Hills, EE UU, 1819 - Camden, id., 1892) Poeta estadounidense. Hijo de madre holandesa y padre británico, fue el segundo de los nueve vástagos de una familia con escasos recursos económicos. Pasó sólo ocasionalmente por la escuela y pronto tuvo que empezar a trabajar, primero, y a pesar de su escasa formación académica, como maestro itinerante, y más tarde en una imprenta.

Walt Whitman (Retrato de Eakins, 1887)
Allí se despertó su afición por el periodismo, interés que le llevó a trabajar en varios diarios y revistas neoyorquinos. Nombrado director del Brooklyn Eagle en 1846, permaneció en el cargo sólo dos años debido a su disconformidad con la línea abiertamente proesclavista defendida por el periódico. Su afición por la ópera (género que influyó enormemente en su obra poética) le permitió coincidir en una noche de estreno con un dirigente del periódico de Nueva Orleans Crescent, quien lo convenció para que dejara Nueva York y aceptase una oferta para trabajar en el diario.
Durante el viaje hacia al Sur, que emprendió en 1848, tuvo la oportunidad de contemplar una realidad, la de provincias, para él totalmente desconocida y que, en definitiva, sería decisiva para su carrera futura. Por todo este conjunto de experiencias, cuando regresó a Nueva York, unos meses después, abandonó el periodismo y se entregó por completo a la escritura.
La primera edición de su gran obra, sin embargo, no vio la luz hasta 1855. Esta primera edición de Hojas de hierba (Leaves of grass) (habría otras ocho en vida del poeta) constaba de doce poemas, todos ellos sin título, y fue el propio Whitman quien se encargó de editarla y de llevarla a la imprenta. De los mil ejemplares de la tirada, Whitman vendió pocos y regaló la mayoría, uno de ellos a Ralph Waldo Emerson, importante figura de la escena literaria estadounidense y su primer admirador. Su crítica, muy positiva, motivó a Whitman para seguir escribiendo, a pesar de su ruinosa situación económica y de la nula repercusión que, en general, habían tenido sus poemas.
Al año siguiente apareció la segunda edición y, cuatro años más tarde, la tercera, que amplió con un poema de presentación y otro de despedida. La noticia de que su hermano George había sido herido, al comienzo de la Guerra Civil, le impulsó a abandonar Nueva York para ir a verle a Fredericksburg. Más tarde se trasladó a Washington D.C. donde, apesadumbrado por el sufrimiento de los soldados heridos, trabajó voluntariamente como ayudante de enfermería. Tras el fin de la contienda, se estableció en Washington, donde trabajó para la Administración. Allí publicó varios ensayos de contenido político, en los cuales defendía los ideales democráticos, pero rechazaba el materialismo que, a su juicio, impregnaba la vida y las aspiraciones de la sociedad estadounidense.
Aquejado de varias enfermedades, en 1873 se vio obligado a abandonar Washington y trasladarse a Camden, en Nueva Jersey, donde permaneció hasta su muerte. Dedicó los últimos años de su vida a revisar su obra poética, y a escribir nuevos poemas que fue incluyendo en las sucesivas ediciones de Hojas de hierba.
Whitman fue el primer poeta que experimentó las posibilidades del verso libre, sirviéndose para ello de un lenguaje sencillo y cercano a la prosa, a la vez que creaba una nueva mitología para la joven nación estadounidense, según los postulados del americanismo emergente. El individualismo, los relatos de sus propias experiencias, un tratamiento revolucionario del impulso erótico y la creencia en los valores universales de la democracia son los rasgos novedosos de su poética; en línea con el romanticismo del momento, propuso en su poesía una comunión entre los hombres y la naturaleza de signo cercano al panteísmo. Tanto por sus temas como por la forma, la poesía de Whitman se alejaba de todo cuanto se entendía habitualmente por poético, aunque supo crear con los nuevos materiales momentos de hondo lirismo.
FRASES DEL ESCRITOR 
A mi juicio el mejor gobierno es el que deja a la gente en paz.
He aprendido que estar con aquello que me gusta es suficiente.
Ahora conozco el secreto de hacer la mejor persona: crecer bajo el aire abierto y comer y dormir con la tierra.
Lo que satisface el alma es la verdad.
Si llego a mi destino ahora mismo lo aceptaré con alegría y si no llego hasta que transcurran diez millones de años esperaré alegremente también.
La vida es lo poco que nos sobra de la muerte.
Estábamos juntos, el después lo he olvidado.
Me celebro y me canto.
Para mí cada hora del día y la noche es un indescriptible y perfecto milagro.
Si algo es sagrado ése es el cuerpo humano.
Cuando doy, doy a mi mismo.

“Una hoja de hierba”

Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.
Walt Whitman


Cuando leí el libro

Cuando leí el libro, la célebre biografía, 
Me dije: "¿Es esto entonces lo que el autor llama una vida de hombre? 
¿Escribirá alguien así mi vida una vez muerto yo? 
Como si algún hombre conociera realmente algo de mi vida, 
Cuando de hecho a menudo yo mismo pienso que poco o nada sé de mi vida, 
Salvo vagas nociones, débiles y difusas imágenes, 
Que persigo constantemente para poder exponer aquí".


cuentos
Mira el mar infinito

Mira el mar infinito. 
Sobre su pecho sale a navegar un navío 
Que despliega sus velas, incluidas las de gavia. 
Su pendón ondea en lo alto mientras aumenta 
Su velocidad de manera majestuosa. 
Debajo, las olas rivalizan, 
Rodean al barco, apiñándose, 
Con brillantes movimientos circulares y espuma.


cuentos cortos
¡Oh yo, vida!


¡Oh yo, vida! Todas estas cuestiones me asaltan, 
Del desfile interminable de los desleales, 
De ciudades llenas de necios, 
De mí mismo, que me reprocho siempre, pues, 
¿Quién es más necio que yo, ni más desleal? 
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos 
Despreciables, de la lucha siempre renovada, 
De los malos resultados de todo, de las multitudes 
Afanosas y sórdidas que me rodean, 
De los años vacíos e inútiles de los demás, 
Yo entrelazado con los demás, 
La pregunta, ¡oh, mi yo!, la triste pregunta que 
Vuelve: "¿Qué hay de bueno en todo esto?" 
Y la respuesta: 
"Que estás aquí, que existen la vida y la identidad, 
Que prosigue el poderoso drama y que quizás 
Tú contribuyes a él con tu rima".


poesia
Me celebro y me canto a mí mismo

Me celebro y me canto a mí mismo. 
Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir, 
Pues cada átomo mío es también tuyo. 
Vago al azar e invito a vagar a mi alma. 

Vago y me tumbo sobre la tierra, 
Para contemplar un tallo de hierba. 

Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire. 
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y 
Cuyos padres también aquí nacieron. 
A los treita y siete años de edad, gozando de perfecta salud, 
Comienzo y espero no detenerme hasta morir. 

Que se callen los credos y las escuelas, 
Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y 
Sin olvidarlo nunca. 
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro. 
Naturaleza sin freno, original energía.


poemas

Yo soy aquel a quien atormenta

Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso, 
¿No gravita la Tierra? ¿No atrae la materia 
Atormentada a la materia? 
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos 
A quienes encuentro o conozco.

jueves, 30 de marzo de 2017

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO SANTO DOMINGO 2017 (PAÍS INVITADO PARAGUAY)










DEDICADA  AL POETA Y NARRADOR ( RENE DEL RISCO BERMUDEZ )



Nació en la provincia de San Pedro de Macorís el día  9 de mayo de 1937.  Fue un poeta, narrador y publicista dominicano.
Del Risco Bermúdez es considerado una de las figuras esenciales en el tránsito de la literatura dominicana desde la "Era de Trujillo" a los intentos de democratizar el país a principios de los años 60.
Su abuelo fue Federico Bermúdez, el primer poeta social dominicano. Fue primo del publicista, locutor y presentador de televisión Yaqui Núñez del Risco, a quien introdujo al mundo de la publicidad.
A finales de los años 50 se trasladó a Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo, para estudiar derecho a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Se vinculó a la lucha contra el trujillato, formando parte del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
En 1960 es apresado y deportado a Puerto Rico. Cuando regresa a la Isla, en 1962, se dedica principalmente a la literatura.
Durante la Guerra de Abril de 1965 se integró al grupo de Artistas de Arte y Liberación, que se plantearon un trabajo de apoyo al movimiento constitucionalista. Pasada la Guerra se dedicó a la publicidad, fundando a principios de los años 70 la publicitaria RETHO.
Su poemario "El viento frío" (1967) fue criticado por la conciencia que tuvo en torno a la crisis del sujeto tras la Guerra de Abril.
Con René del Risco Bermúdez la literatura dominicana se integra por completo al denominado "boom" de la literatura latinoamericana. Su interés por la escritura de cuentos y la poesía lo vinculó con agrupaciones culturales como "La Máscara", donde comenzó y se confirmó su vena literaria. Del Risco realizó una labor de articulista, a la vez que se relacionó con el quehacer radiofónico a través de programas como “Atardecer” en HI1J y el programa “Montecarlo” en HIJB.
Fue fundador junto a figuras como Marcio Veloz Maggiolo, Miguel Alfonseca y Ramón Francisco del grupo cultural “El Puño”. Algunos de sus escritos son "El viento frío" (poemas) y cuentos como "En el barrio no hay banderas" y "Ahora que vuelvo Ton”. Este último, fue adaptado para televisión por el cineasta Jimmy Sierra.
Dejó inédita la novela "El cumpleaños de Porfirio Chávez", donde trata las consecuencias del trujillato sobre la vida cotidiana en los años 40 de su Macorís natal. La obra fue publicada por Ediciones Cielonaranja, y fue considerada por el crítico Miguel D. Mena como "el eslabón perdido de la literatura dominicana", debido a la manera en que se adelantó en temas que luego serían tópicos en la literatura latinoamericana, como la figura del dictador y el sentido del bolero en la sociedad dominicana.
Entre sus obras publicadas están:
El viento frío (poesía en 1967)
Ahora que vuelvo, Tom... (1968)
En el barrio no hay banderas (Cuentos en 1974-1989)
Cuentos y poemas completos (1981)
Obra completa (tres tomos) Ediciones Cielonaranja
El cumpleaños de Porfirio Chávez (novela)
Falleció en Santo Domingo el 20 de diciembre de 1972, en un trágico accidente en la avenida «George Washington» (Malecón), a los 35 años de edad.


lunes, 7 de noviembre de 2016

MICRO POESÍA

                                                                       MICRO POESÍA 





Inmolada la noche, emerge de un grito el día. 

Emancipada la palabra, los sueños fluyen, el horizonte es una utopía más.

Si con mi llanto pudiera retornarte, entregaría totalmente mis ojos al mar.

Lo único que hiere a la muerte, es la inmortalidad.

Me urge tu mirada, tan distante, habitando en la lejana soledad de una tierra olvidada.
Me urge tu futuro, simple utopía, de una tierra que llora. 


Hay un poema colgando en los labios, una sonrisa emanando de los ojos salados de la noche.

La noche tiene un olor a poesía, por tal razón, tiene un olor a libertad.

Un mundo sin poesía, es tan sólo, un mundo sin sueños.

Si el tiempo se arrugase como yo, entonces, fuera indeleble como él.


Mi musa, la senda por donde transita mi corazón, el único refugio donde me siento libre.


En la distancia emerge la luna, en sus madrigueras, los veleros duermen.


Detrás de ti este manto azul, ángel maravillosamente minúsculo, el día duerme, la noche despierta, un camaleón emerge del ocaso.

Allá, en el horizonte distante, navegan las palabras, se conjugan los sueños, y me pregunto, ¿Dónde volveré a nacer? 



En la mansedumbre de la transparencia,
azules sueños emanan, cual transpirar de peces al regurgitar el sol.

Ya no percibo el fétido olor del tiempo sobre el mar, en los sueños itinerantes, reflujos de sirenas azules, ahogan el llanto de la luna.

Si por el contrario despierto en otra constelación,
nunca olvidare que me geste en tu vientre;
Mujer, indeleble flor del universo.

Percibo un cierto olor a mar en tu piel, no es una metáfora de lejanía, es sólo el viento rebuscando en tus ojos de sirena taciturna.De 

Se desplaza la noche sobre los vastos trigales, en los bohios, la luna desova sus sueños, intacta la sombra, el eco duerme.

Ruedan los versos sobre tu piel de mujer vegetal, tipificada el alba, un arcoiris aúlla.

De la distancia remota, a una legua de olvido, varado esta el corazón 

Somos aves, emigrantes del tiempo, fuerte flor de acero anclada en los ojos del sol.

En este mundo de espejos, cristalizadas las musas, las sombras huyen.


Resurrección del calidoscopio, borbotear de utopías en el embrión de la noche,
florecer del rocío.

Suspendido el eco, de la tierra brota el grito, en las manos, florecen los sueños.

Trasnochada la luna, en los parques, los fantasmas celebran la languidez de la noche.

Desde un archipiélago de voces te invoco, presurosa la noche, despiertan los duendes 
sobre estelas de llanto.

Trémulas las olas iban y venían al compás de la canción, en tu voz, un sinsonte emergia
en la longevidad.

He percibido un conato de versos en mis labios, anarquía de fantasmas en mis sueños.

En el vientre de la tierra un niño duerme, en los anaqueles, los libros lloran.

Han herido tanto el canto, que ya no es canto, es una sinfónica melodía de libertad.

Asombrados estamos, aunque vivimos eternamente eclipsados.

Detrás de las luciérnagas, cómplices voces susurran al viento. 












viernes, 16 de septiembre de 2016

LA FIESTA DEL LIBRO ( FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO SANTO DOMINGO 2016 )

La República Dominicana celebra a partir del 19 de Septiembre la XIX Feria Internacional Del Libro Santo Domingo 2016, dedicada a nuestra poeta Salome Ureña. El Blog Espejos Y Sombras invita a todos nuestros seguidores nacionales e internacionales a seguir paso a paso este gran encuentro con los libros, verdaderamente los libros no muerden, nos comunican, nos hacen crecer y ser mejores seres humanos. dejo algunos link para más información. 
Programa de actividades:  https://es.scribd.com/document/324112570/Programa-FIL2016







Salomé Ureña, la más insigne de nuestras poetisas, descendía de dos familias dominicanas muy antiguas: la familia Ureña y la familia Díaz. Ambas eran familias empobrecidas a causa de las vicisitudes de la Isla de Santo Domingo. Todos los antecesores de Salomé eran dominicanos, excepto unos que vinieron de Canarias en el siglo XVIII. Quizás los Ureña procedían de Santiago de los Caballeros.
Francisco Ureña, padre de Nicolás Ureña de Mendoza, era hijo de Carlos de Ureña y de Catalina Mañón, perteneciente a una familia que había sido rica y había tenido esclavos que tomaron su apellido. Se casó con Ramona de Mendoza, de Santiago de los Caballeros. Francisco Ureña era dueño de una buena casa de altos, situada en la calle de las Mercedes, entre la del Estudio (actual calle Hostos) y la de los Mártires (actual calle Duarte).
Nicolás Ureña de Mendoza, padre de Salomé, nació el 25 de marzo de 1822, en la casa No.37 de la calle Mercedes. Fue un hombre de espíritu elevado y gran cultura. Desde muy niño comenzó a escribir versos.
Fue poeta, abogado de buena reputación, ocupó cargos de Senador y de Magistrado y se dedicó al magisterio y al periodismo. Tuvo una vida fecunda y abarcó todos los aspectos de la vida cultura en Santo Domingo. Entre sus poesías están El Guajiro Predilecto, que es del tipo de nuestros cantos populares;Recuerdos de la PatriaA Sánchez. Escribió canciones como Las Serranas; algunas Pastorelas y poesías de asuntos religiosos. Se complacía en hacer epigramas y dejó una serie con el título de Epitafios. Abarcó, pues el género popular, el culto, el costumbristas y la oratoria. Murió el 3 de abril de 1875 en la misma casa en que nació.
Gregoria Díaz y León, la madre de Salomé, nació el 25 de diciembre de 1819 y murió en 1914; era hija de Pedro Díaz y Castro, hombre de grandes negocios y que tuvo hatos y muchas tierras en el Este.
Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León, padres de Salomé, celebraron sus nupcias en la ciudad de Santo Domingo, el 25 de diciembre de 1847. Hicieron hogar de la casa No. 37 de la calle Mercedes.

Nacimiento y Primeros Años

Salomé Ureña y Díaz de León nació en la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, el viernes 21 de octubre de 1850, a las 6 de la mañana, en el barrio de Santa Bárbara, antiguo solar de buenas familias, en la casa de su abuela materna, hoy calle Isabel la Católica número 84, junto a la casa de Juan Pablo Duarte. El Dr. Pedro Delgado y Ana Díaz de León, "la segunda madre en el hogar", fueron sus padrinos. Su única hermana, Ramona, nació el 26 de octubre de 1843 y murió en Santiago de Cuba en 1936.
Ruinas del Hospital San Nicolás de Bari
Hospital San Nicolás de Bari
Zona Colonial de Santo Domingo
La ciudad de su nacimiento era pequeña y tenía acentuado aspecto colonial; estaba rodeada de murallas con foso hacia el campo, y las puertas se cerraban como en el siglo XVI: por lo menos la Puerta del Conde de Peñalba. Muchos edificios estaban en ruinas: la Universidad de los dominicos, el Estudio que había sido Universidad de Santiago de la Paz, el Convento de San Francisco, el de la Merced, la iglesia de San Antón, la iglesia de San Nicolás, el Convento de Regina Angelorum, el Palacio del Almirante Diego Colón, muchas casas particulares. Como los edificios, las familias estaban también arruinadas. Largos años de emigración continua habían empobrecido la ciudad.
El nacimiento de Salomé Ureña ocurrió poco después de la fundación de la República, durante el primer Gobierno de Báez; creció en un ambiente de discordias, entre mil luchas intestinas. Por lo mismo que vivió en una época de tanta agitación, de tan incesantes perturbaciones en el pueblo dominicano, su alma se agrandó con el dolor, y se hizo cada día más fuerte.
Salomé tuvo una niñez muy precoz. Su madre la enseñó a leer: a los cuatro años leía de corrido. Su infancia discurrió en las aulas de dos pequeñas escuelas de primeras letras, únicas permitidas entonces a las mujeres.
Sus lecturas y sus estudios de la adolescencia fueron hechos bajo la dirección de su padre, de quien recibió lecciones de Literatura, Aritmética y Botánica, por la que ella sentía gran pasión. Con su padre aprendió, además, a declamar los versos de sus poetas predilectos. Salomé tenía una "memoria extraordinaria". La cantidad de poesías que sabía de memoria y solía repetir entre sus íntimos, lo mismo que su hermana Ramona, era incalculable.

Vocación Poética

Desde muy temprano comenzó a cultivar su talento poético. A los 15 años escribió versos; a los 17 los publicó por primera vez, calzados con el seudónimo de Herminia, que llegó a ser totalmente conocido.
En 1874 otra "Herminia" aparece firmando un artículo en prosa en el periódico El Centinela. Desde entonces Salomé firma sus versos con su nombre, y alcanza elogios como el de don Marcelino Menéndez y Pelayo, quien escribió que "para encontrar poesía en Santo Domingo hay que llegar a José Joaquín Pérez y a Salomé Ureña".
Las poesías de Salomé Ureña se publicaban generalmente en periódicos de Santo Domingo, y en algunas ocasiones aparecían en periódicos extranjeros.
La antología Lira de Quisqueya recoge diez composiciones suyas. En 1880 se publicó un volumen de sus poesías, patrocinada su publicación por la Sociedad Amigos del País. Este libro contiene treinta y tres composiciones y el poema Anacaona. Tiene un prólogo de Monseñor Fernando A. de Meriño y una biografía de la citada Sociedad, escrita por José Lamarche. En 1920 se hizo una segunda edición de sus versos, más recomendable que la anterior. Tiene un prólogo, anónimo, escrito por su hijo Pedro Henríquez Ureña. En esta edición han sido omitidos el poema Anacaona y nueve composiciones de las que figuran en la edición de 1880.

Patriotismo

Desde muy niña, Salomé Ureña alojó en su corazón la vehemente aspiración de Patria: había heredado de su abuelo y de su padre el sentimiento del patriotismo. Sus primeros años discurrieron en una época alternativa de paz y de guerra. Su infantil espíritu tropieza con la terrible Anexión a la antigua Metrópoli. El espectáculo de la guerra nacionalista contra España y luego las guerras civiles, acrecientan su amor a la Patria y hacen de Salomé la poetisa patriota.
Ella es la primera que canta, por encima de todos los poetas de su época, el progreso y la civilización. Según expresión de César Nicolás Penson, ella "fue poetisa vaticinadora en cuyos épicos cantos predominaba siempre la nota patriótica con los encendidos y vehementes anhelos y alientos de titán. Vidente como los grandes vates de las revoluciones del espíritu, Olmedo, Heredia y Quintana, recogió la herencia de sus estrofas altivas y apasionadas, y sorprendió a la América y al mundo…"
En sus poesías no predomina el elemento puramente literario, sino lo que contribuye a dar mayor grandeza a su Patria. Hostos, al hablar de ella dice: "Cantó todo lo que sentía la sociedad de que formaba parte; y lo cantó con tal fuerza, con tal unción, que parece en sus versos la sacerdotisa del verdadero patriotismo", y agrega; "indudablemente, lo más grande que hay en la poetisa dominicana es la fibra patriótica".
Soñó con el bien de su patria y dedicó sus versos a inclinarla hacia la paz y el progreso. Esta preocupación patriótica llegó a sobreponerse a toda otra idea; sólo le animaba el deseo de hacer llegar su prédica a todos sus compatriotas. A través de su ardoroso patriotismo logra hacernos comprender mejor lo que es patria. En una de sus primeras composiciones al hablar de la patria dice:
¡Oh! Patria, voz divina, sublime y dulce nombre
a cuyo acento el alma palpita de emoción...
Ya para esa época llaman la atención en Santo Domingo y en otros países de la América sus composiciones patrióticas. La nota del progreso y del amor a la Patria es el tema de todas sus poesías desde el año 1873 hasta el 1880.
La fama patriótica de Salomé Ureña alcanza tal altura que, en el año 1878, se le hace una apoteosis y se le entrega una medalla costeada por suscripción pública; y su consagración como la figura más alta del parnaso dominicano queda en nuestros anales cívicos y literarios como una de las más bellas fiestas del espíritu.
Fueron muchos y frecuentes los tributos de admiración y simpatía que mereció en vida Salomé Ureña, sin que por nada se quebrantase su modestia. Fue socia de Mérito y Honor de las Sociedades Amigos del País, de Santo Domingo; de la Fe en el Porvenir, de Puerto Plata; y de casi todas las Asociaciones benéficas, literarias o artísticas de la República. Fue, también, Miembro Honorario del Liceo de Puerto Príncipe, de Cuba, y de la Sociedad Literaria Alegría, de Coro, Venezuela.
Las poesías de Salomé Ureña están impregnadas de honda melancolía. Toda su tristeza proviene no sólo de su temperamento, sino principalmente del caos en que vivió su patria. Siempre torturada por el triste pasado de la República, clama en su poesía A la Patria:
Tú sabes cuantas veces con tu dolor aciago
lloré tu desventura, lloré tu destrucción,
así cual de sus muros la ruina y el estrago
lloraron otro tiempo las hijas de Sión.

Y sabes que, cual ellas, colgué de tus palmares
el arpa con que quise tus hechos discantar,
porque el mirar sin tregua correr tu sangre a mares
no pude ni un acorde sonido preludiar.
Son muchas las poesías de Salomé Ureña que pueden tomarse como ejemplo de ese fervor patriótico que tuvo tan honda influencia en el gran poeta Gastón Deligne, en cuyos versos dedicados a la poetisa muerta hacía esta afirmación y este elogio:
Ella, al menos, mantuvo con su aliento
de una generación los ojos fijos
en el grande ideal. Aún llena el viento
la seductora magia de su acento,
y aún hablará a los hijos de los hijos...
En 1881 comienza a sufrir nuevamente por las desgracias de su patria. Recientes perturbaciones políticas hacen que sus esperanzas patrióticas tengan grandes decepciones. El fracaso moral del gobierno de Meriño, le ocasionó profundo desconsuelo. Sus cantos patrióticos sufren una crisis. La poetisa escribe Sombras, y desde entonces en muy raras ocasiones escribe versos. Pero Sombrasno es un vano alarde poético; es un adolorido grito de patriótica angustia. La decepción política es estímulo para la creación de un plantel educativo que contribuya a cambiar la sombría faz del País: el Instituto de Señoritas.
Es curioso y sorprendente el caso de que una poetisa del estro de Salomé Ureña pudiera abandonar su lira por tan largo tiempo. Este silencio puede interpretarse como una protesta de su patriotismo. Esa tácita renuncia a los triunfos poéticos, engrandece aún más a esta mujer de fuerte espíritu, "apasionada de la patria", que prefirió sacrificar los laureles de la poesía antes que volver a inspirarse en las crecientes desventuras de su patria.
Ya lo dijo en versos dedicados a Billini:
Que si mi pobre lira
calla ante el vicio y la maldad del hombre,
siempre lo grande admira...
Ella esperaba, para tomar el "arpa abandonada",
despertar a la fe y a la confianza
y tras la noche de dolor, sombría,
cantar la luz y saludar el día.

Salomé en el Hogar

Desde el año 1860 hasta 1880, Salomé Ureña fue a vivir, siempre con su madre y con su hermana Ramona, y además con Teresa de León y de la Concha y Ana Díaz León, a la casa No. 56 de la calle 19 de Marzo. Su educación doméstica la recibió de su madre y de su tía Ana (Nana), "la segunda madre en el hogar".
Convento de los Dominicos
Ex Convento de los Dominicos
Zona Colonial de Santo Domingo
La madre de Salomé era católica practicante, pero no fanática. Ramona y Salomé se formaron en una atmósfera de fe cristiana, y asistía a la iglesia con su madre todas las mañanas, durante su primera juventud. Luego las obligaciones del hogar no les permitieron ir a misa sino los domingos. El ex-Convento Dominico era la iglesia que acostumbraba visitar. Allí vio a Salomé, por primera vez, Francisco Henríquez y Carvajal, quien atraído por la fama de la poetisa, acompañado de un amigo se dirigió al ex-Convento en interés de conocerla. El amigo le señaló a las dos hermanas, pero no supo decirle cuál de ellas era la excelsa poetisa.
Desde la infancia, Salomé fue muy emotiva. Sufría por todo. Se le veía llorar sin motivo aparente. Esta disposición del ánimo perduró en ella toda la vida. Era noble de sentimientos y "su modestia fue tan grande como su mérito". Fue mujer de su casa. Soltera, pocas veces traspasaba los linderos de su hogar. No salió nunca del país, como ella misma lo dice:
Así, aunque de otras playas jamás me vi en la arena
ni de otros horizontes las líneas contemplé...
Sin embargo, a su hogar acudían altas mentalidades nacionales y extranjeras que rendían tributo de admiración a la ya esclarecida poetisa quisqueyana. El distinguido poeta venezolano Juan A. Pérez Bonalde, autor de la sentida poesía La vuelta al hogar, de paso por nuestra Ciudad Primada fue a rendir su homenaje de simpatía y de admiración a Salomé; departieron amigablemente y él le recitó lleno de emoción, húmedos los ojos por las lágrimas, la poesía en la cual describe, con intenso dolor, su triste llegada al hogar, cuando llamado por su madre enferma la encontró sin vida.
Años más tarde, Salomé Ureña leía conmovida esa poesía a sus discípulas amadas y les decía: "Quisiera que la hubierais oído recitada por sus labios..."
Era afectuosa, con todos sus familiares, sentía gran entusiasmo por su padre, a quien quería entrañablemente; entusiasmo que ni la muerte disminuyó:
Hoy, al entrar en tu mansión doliente,
donde reina silencio sepulcral,
nadie a posar vendrá sobre mi frente
el beso del cariño paternal.
Ninguna voz halagará mi acento,
ni un eco grato halagará mi oído:
sólo memorias de tenaz tormento
tendré a la vista de tu hogar querido.
A pesar de que su hogar fue enturbiado con la separación de sus padres, cuando ella apenas tenía dos años de nacida, en su corazón éstos estuvieron siempre unidos. Ella vivió junto a su madre, pero diariamente visitaba la casa de su padre, a cuya muerte escribió una composición titulada A mi padre, en la que se muestra tal como era, y en que deja ver la profunda admiración y la ternura de su cariño por su progenitor.
En 1880 contrajo matrimonio con Francisco Henríquez y Carvajal, que andando el tiempo sería Presidente de la República. El 3 de diciembre de 1882, como para bendecir su hogar-escuela, y para que Salomé pudiera ostentar la sublime trinidad de poetisa, educadora y madre, nació el anhelado primogénito (Francisco):
Los cielos se inclinaron
y descendió al hogar, entre armonías,
el ángel que mis sueños suspiraron
nuncio de bendiciones y alegrías...
Salomé no descuidó sus deberes de madre por los del magisterio. Sus discípulas recuerdan que la cuna del primogénito siempre estuvo cerca de la madre:
Allí duerme feliz, y no distante
yo de un libro las páginas hojeo;
levanto la cabeza a cada instante,
le contemplo dormir y al fin no leo.
La inscripción del Instituto era cada día más numerosa y resultaba estrecho aquel local. Familia y escuela se instalaron entonces en la calle de la Esperanza, hoy Luperón, esquina Duarte. Allí nacieron sus hijos Pedro y Maximiliano.
En 1884 nace Pedro Nicolás, su segundo hijo. A los cinco meses de nacido le sobreviene mortal enfermedad. Una de las discípulas predilectas de Salomé, Mercedes Laura Aguiar, recuerda la terrible y conmovedora escena: el niño en brazos de Monseñor Meriño para recibir las aguas del bautismo; su madre de rodillas en el suelo rogando a Dios que le salvara su hijo; los demás, todos en silencio. Llega el Dr. Juan Francisco Alfonseca y tomando al niño en sus brazos dice: "Monseñor, unos minutos a la ciencia". Después de algunas horas de terrible ansiedad, la fiebre cede y el niño se salva milagrosamente.
En Horas de Angustia la madre pinta maravillosamente este cuadro:
Sin brillo la mirada,
bañado el rostro en palidez de muerte,
casi extinta la vida, casi inerte
te miró con pavor el alma mía
cuando a otros brazos entregué, aterrada,
tu cuerpo que la fiebre consumía...
En 1887 escribe su poesía ¿Qué es Patria?, inspirada en una pregunta que le hiciera su hijo Pedro, quien sólo contaba tres años: Mamá, ¿qué es Patria? Y ella responde:
¿Qué es Patria? ¿Sabes acaso
lo que preguntas, mi amor?
Todo un mundo se despierta
en mi espíritu a esta voz...
La poetisa se complacía en leerles a sus discípulas las composiciones que escribía. Una mañana las reunió y llena de emoción, con voz ahogada por el llanto, les leyó Tristezas, poesía escrita la noche anterior, inspirada en las palabras del dulce primogénito, cuando ya en la cama después de terminar sus oraciones, recordando al padre ausente exclamó:
¿Tú no te acuerdas, mamá?
¡El sol qué bonito era
cuando estaba aquí papá!
Cuatro años duró la ausencia del esposo, que había ido a Francia a perfeccionar sus estudios de Medicina. Cuatro años de angustias para la madre educadora. Aquella mujer de ánimo fuerte y de voluntad superior, vaciló abatida por la ausencia del esposo ante la terrible idea de perder a uno de sus hijos. Ese estado de espíritu, le inspiró su poesía Angustias.
La horrorosa enfermad del crup [difteria, gatorrilo, del inglés 'croup'] se desarrolló en esta ciudad. El suero salvador no había sido descubierto y era casi seguro que el niño que fuera atacado por la epidemia mortal, sucumbiría.
Desgraciadamente, su hijo Pedro contrajo la terrible enfermedad. Otro milagro fue realizado al ser salvado de ella, por el Dr. Alfonseca, quien años antes lo había librado de la muerte. Dos veces estuvo su hijo Pedro al borde de la tumba. En esta ocasión no fueron pocas las angustias de la madre ante el niño moribundo.
Salomé sentía vivo placer en la educación de sus hijos. A todos les enseñó a querer a su patria. Ese amor creció con la maternidad y los infundió en el espíritu de sus hijos.
El 9 de abril de 1894 nació Camila, su única hija. Mientras tanto, ella luchaba con la muerte, atacada de fuerte neumonía. Rebasó la gravedad, pero su salud quedó minada para siempre. Aparente restablecida de esa enfermedad, escribió su poesía Umbra-Resurrexit:
Umbra
La mirada sin luz, la mente ansiosa,
corto el aliento al pecho,
en ruda agitación se va la vida...
Allá perderse en la penumbra vaga
miro las prendas del hogar benditas,
mis hijos, en su cándido abandono,
ajenos al amago
de la suerte sobre ellos suspendida,
y tú, de pie, bajo el dolor inmenso,
nublada por el llanto la pupila.
Resurexit
Brota la luz en deslumbrantes ondas,
el aire al pecho fluye,
el espíritu absorto se reanima,
y cunde y se dilata en las arterias
el ritmo palpitante de la vida
Y bajo el ala cándida que extiende
sobre el hogar en gozo
ángel nuevo de paz que el cielo brinda,
surgiendo victorioso de las sombras
el cuadro de mi amor esplende al día.
Durante su quebranto, el esposo la hizo abandonar la ciudad natal, hacia Puerto Plata. Al pasar frente a San Pedro de Macorís, el poeta y crítico Rafael A. Deligne la saludó con sus versosAlondra que viaja, que comenzaban así:
No vi su marcha, ni cruzó mi puerta;
mas es su vuelo tal, que el alma mía
se estremeció, despierta a la armonía,
de tanta gloria al esplendor despierta.
Que el genio, aunque se oculte, y viaje solo,
astro inmortal, o puro ser divino,
deja de luz un rastro, peregrino,
más que la aurora con que irradia el polo!...
Puerto Plata fue para ella delicioso oasis. Al llegar, Antera Mota de Reyes la saludó con una extensa y bella página en prosa, Bienvenida. Rodeada de cariños y atenciones y colmada de homenajes de admiración, pasó allí una feliz temporada que alivió su espíritu, pero no detuvo en su carrera la mortal enfermedad. Allí terminó su poesía Mi Pedro, que tenía inconclusa desde 1890.

Femineidad

Salomé Ureña fue extremadamente femenina. Hostos, el Apóstol Antillano, al hablar de ella en una breve biografía, dice: "Los tributos poéticos de Salomé Ureña a los afectos, a los seres queridos, al hogar, a su digno esposo y a sus hijos, forman una serie de composiciones extraordinariamente subjetivas, pues todas juntas sugieren la certidumbre de que la poetisa era además una mujer; no hay ninguna de ellas que no sugiera algún sentimiento delicado, alguna recóndita sonrisa de complacencia, algún noble estímulo para la vida, alguna de esas tristezas reconfortantes que sirven de séquito, y a veces de ovación, al mérito moral e intelectual desconocido".
Como Juan Nicasio Gallego al estrenarse uno de los dramas de la Avellaneda, ¡Es muy hombre esa mujer!, exclama Alejandro Angulo Guridi en un arranque de entusiasmo al oír la composición de Salomé, A mi patria, leída por Francisco Henríquez y Carvajal en la velada de la Sociedad Literaria Amigos del País en que se le confirió una medalla. Cuando Angulo Guridi exclama: ¡Es muy hombre esa mujer!, no se refiere a odiosos rezumos de masculinidad, a manifestaciones de bastarda masculinidad en sus versos, sino a la majestad de su inspiración; hombre también en la grandeza de la acción, pero femenina siempre en su actitud.

En la Escuela

Durante los años 1878 y 1879 se dedicó Salomé Ureña a ampliar su cultura científica y literaria. Francisco Henríquez y Carvajal, admirador del talento de la poetisa, cuyo nombre volaba ya en alas de la fama, la ayudó a completar su educación, y contrajo matrimonio con ella, en febrero de 1880, como se ha dicho antes.
Eugenio María de Hostos
Eugenio María de Hostos
En 1879 había llegado a la República Eugenio María de Hostos, a quien se le encomendó la organización de la Escuela Normal de Santo Domingo, en 1880, y de quien fue Francisco Henríquez y Carvajal activo colaborador.
Animada en su ideal por el compañero de su vida, fundó el 3 de noviembre de 1881 el Instituto de Señoritas, primer plantel femenino de Enseñanza Superior en la República, sin duda la escuela de mujeres más importante que ha habido en el país. Fue inaugurado con sólo 14 alumnas. Su consagración al magisterio fue tan radical que prefirió las duras glorias de éste, antes que los laureles de la poesía. Ya lo dijo Hostos: "La mujer quisqueyana no ha tenido reformadora más concienzuda de la educación de la mujer".
El Instituto de Señoritas ofrece un rápido triunfo espiritual, y en abril de 1887 se celebra la investidura de las seis primeras maestras: Leonor M. Feliz, Mercedes Laura Aguiar, Luisa Ozema Pellerano, Ana Josefa Puello, Altagracia Henríquez Perdomo y Catalina Pou. En aquella ocasión, en que Hostos pronunció uno de sus más bellos discursos, Salomé Ureña rompe su silencio y escribe la historia de sus aspiraciones y de sus esfuerzos en Mi ofrenda a la Patria. Como a la noche sigue el día, esta poesía es, en su alma de patriota, como la esplendente continuación de Sombras:
¡Hace ya tanto tiempo!  Silenciosa,
si indiferente no, Patria bendita,
yo he seguido la lucha fatigosa
con que llevas de bien tu ansia infinita...
El Instituto de Señoritas fue por largos años dulce y fecundo hogar para sus discípulas. La Maestra amada era madre y confidente de aquellas niñas "templadas al calor de sus anhelos". Gastón Deligne lo dijo en versos soberanos:
¡Fue un contagio sublime!  Muchedumbre
de almas adolescentes la seguía
al viaje inaccesible de la cumbre
que su palabra ardiente prometía...
Después de la investidura de las primeras Maestras Normales, fue Francisco Henríquez y Carvajal a Europa a perfeccionar sus estudios de Medicina, como se ha indicado anteriormente. Salomé se quedó al frente del Instituto de Señoritas. Sus discípulas graduadas la ayudaban en la faena.
Dos grupos de maestras invistió, examinadas ante la Escuela Normal, siempre dirigida por el Sr. Hostos. Cuando el Dr. Henríquez regresó de Europa, el 6 de julio de 1891, encontró tan desmejorada la salud de su esposa y tan agotadas sus fuerzas que poco tiempo después la convenció de que necesitaba descansar. En diciembre de 1893 fue clausurado el memorable Instituto de Señoritas. El instituto permaneció cerrado hasta enero de 1896, en que fue nuevamente abierto. La reapertura se debió a las hermanas Luisa Ozema y Eva Pellerano Castro. Después de muerta la poetisa, sus discípulas le dieron al Instituto el nombre de Salomé Ureña.

La Muerte

La vida de Salomé Ureña de Henríquez se resume en dos hechos esenciales: soñó con el bien de su patria y dedicó sus versos a encaminarla hacia la paz y el progreso; después creyó que esto no bastaba, y se dedicó a la educación de la mujer. Hay dos momentos culminantes en su vida: el día en que se le entrega una medalla costeada por suscripción pública, como homenaje a la cantora del ideal de una patria mejor; el día en que se gradúan sus primeras discípulas, prenda de algo que ayudaría a hacer mejor el destino de la patria.
Su vida es corta; cuando va a gozar del necesario descanso, enferma para morir [de tuberculosis]; y este final inesperado conmueve a toda la República.
El angustioso proceso de su muerte se inició en enero de 1897. El día dos regresó de Puerto Plata a Santo Domingo. El día ocho se sintió decaer, y a los quince días se agravaba: asistíanla los doctores Ramón Báez, Salvador B. Gautier y J.F. Alfonseca. El esposo ausente llegó de Haití el siete de febrero. Se redoblaron los esfuerzos de la ciencia y del cariño hasta lograr apartarla por unos días de la tumba.
Murió rodeada del cariño de todos, el día 6 de marzo de 1897. Su entierro fue una manifestación cívica. Le dieron sepultura en la iglesia de las Mercedes. "Ante su tumba -exclama don Arturo Pellerano Alfau- el corazón se llena de congojas y la palabra se anuda en la garganta" y agrega: "Para su cuerpo es bastante ese lecho de tierra donde va a dormir el sueño eterno, pero para su gloria son ya pequeños los ámbitos de América". "Mujer de la Biblia", la llamó César Nicolás Penson. Y el grande amigo de la poetisa, el poeta José Joaquín Pérez, recitó conmovido sus más dolientes versos ante la tumba de la excelsa cantora:
Cuanto en su lira enalteció, se inclina;
cuanto su alma adoró con fe, la llora:
apagado está el sol y nada brilla:
todo se desvanece y descolora...
De ella dijo entonces el ilustre autor de Enriquillo, Manuel de Jesús Galván: "El cuerpo yace inerte; será polvo mañana; pero ella, el espíritu que vibraba en las cuerdas de armoniosa lira, que palpita a la sentida inspiración de los santos amores, que se exhala en ritmos de ternura, aspirando a la imposible realización, en este mundo de sus ensueños de virtud y de bien, ese no muere nunca. Ese espíritu, que animó a la ilustre poetisa dominicana, está hoy más vivo que ayer, y reposa complacido en el seno de la inmortalidad".
Los periódicos de aquella época están llenos de artículos, versos y discursos, dedicados a la muerte de Salomé Ureña. Hostos, en una emocionante carta que dirigió desde Chile a Don Federico Henríquez y Carvajal, le decía: "¡Hay que llorarla!, son muchos los que estaban interesados en su vida: la patria, que no tuvo corazón más devoto; su discipulado, que no tuvo mejor luz; la mujer quisqueyana, que no ha tenido reformadora más concienzuda de la educación de la mujer; su familia, que no tenía mejor ambiente que el de aquellas virtudes morales y sociales tan sencillas; sus coetáneos, que no pudieron tener centro mejor en donde confluyeran tantas admiraciones motivadas, como en aquel cuerpo débil y alma fuerte, que era a la vez una sacerdotisa en el aula, una pitonisa en el arte, un mentor en el hogar".
Ninguna muerte ha producido en la República sentimientos tan hondos. La muerte de Salomé Ureña fue duelo para todos los dominicanos. La lloraron de tal modo que le hicieron decir a Hostos, el Apóstol Antillano, su ferviente admirador, estas palabras memorables: casi se puede haber soportado la vida, con tal de morir entre corazones tan amigos.

MICRORELATOS (VOCES AJENAS)

    Microrelatos  Autor. Fausto Antonio Aybar Ureña.   La intrusa. De repente, salió huyendo la come libro, la devoradora de palabras, é...