TUMULTO DE SOMBRAS
Sólo quedan escarchas,
la ciudad despierta ante la anarquía
de unos cadáveres mugrientos.
Descarnado el sueño, vomita caracoles,
los noctámbulos vuelven a sus capullos
de espinas y semen.
Y hay una luna para cada fantasma,
y se oye el regurgitar de la lluvia
en los vientres dormidos de las libélulas.
La ciudad se viste de neón, la Cibeles
vuelve a los caminos movedizos del tiempo,
mas la noche aulló, al filtrarse un halo de luz en el corazón.
Sólo quedan luciérnagas
en los recodos de las noches,
se transmutan los sueños, perplejos los noctámbulos
rompen con los iracundos deseos de los lagartos.
Vuelven de la oscura soledad los dioses
que encarnaron las sombras.
Fausto Aybar.
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jueves, 1 de septiembre de 2011
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