AMANECER,
EN LA TACITA DE PLATA
¡Amanece!
Y vuelven los lagartos
a beber del rocío de la noche,
el ladrar de los
perros sincrónicamente permuta con los pájaros,
una burbuja de yodo
envuelve el transitar de los locos del bulevar,
las olas acarician levemente
los caracoles que dormitan en la arena,
alguien corre contra
el tiempo.
¡Amanece!
En el cielo una jauría
de cuervos vomita toda la soledad de la noche,
los parques ven partir
a sus fantasmas, las doncellas de la nocturnidad
vuelven embriagadas de
cobre, canta el tiempo, precoz el
viento,
despiertan las
sombras, una marchanta inunda de colores el lienzo de la ciudad.
¡Amanece!
Desvelado el reloj,
murmuran las calles a los amantes clandestinos,
una fugaz sonrisa envejece, varado el horizonte,
las sirenas vuelven a la utopía.
las sirenas vuelven a la utopía.
Al alba se oyen las
voces del pueblo, los transeúntes invaden la ciudad,
cual pastor, un
limpiabotas alimenta a las palomas, una niña sonríe.
¡Amanece!
Y la novia despide a
las estrellas, los pinceles reinventan la ciudad.
En las carcajadas del
mar son atrapados los pescadores,
en las glorietas las mariposas erigen sus sueños,
las paredes nos hablan de sus héroes.
las paredes nos hablan de sus héroes.
Canta un gallo, de ecos se viste la montaña,
de amapolas los corredizos florecen,
despierta la tacita, truenan las campanas, melopea del café.
Fausto Antonio Aybar Ureña.
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