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jueves, 11 de abril de 2024

SERIE DE CUENTO "VOCES AJENAS"

 

 

   


 

LA EXCLUSIVA

 

Hay puertas que supuestamente van al paraíso, y lo cierto es que son la entrada al mismo infierno. Asombrado Juan Maldonado por el continuo parpadear de las luces, aunque era un visitante común en el lugar; tomó asiento, saludó. Una bella camarera, su exclusiva, preguntó: ¿Lo de siempre Don Juan? asintió con un leve gesto, pero al retirarse ella, a corta distancia, exclamó: también un trago de ron, que sea añejo por favor. Porque lo de siempre era café fuerte con dos cucharaditas de azúcar parda. Lo irrefutable era, que Don Juan no podía huir de la musicalidad de los naipes, cuando estos eran vomitados por el cajetín color esperanza, y mucho menos del girar de la ruleta o tal vez de la voz hipnotizante del crupier cuando a todo pulmón decía: ¡no más! sin importar si el mundo externo estuviese visceralmente implosionando. Ver a Juan Maldonado por estos lares era un hábito, también llamarlo Don, porque era ética  profesional del establecimiento llamar Don y Señora a todo aquel que violara los límites de la moralidad, la verdad era que no importaba como se ganaban la vida, fuese en buena o mala lid. Pero este día Don Juan vino vestido inusual, con camisa blanca y pantalón negro, verlo vestido así reflejaba mal augurio, porque él, siempre vestía de colores vivos. Todos pensaron que se despedía, y tal vez era cierto, porque no era el hombre que cuando salía el 17 negro, saltaba y gritaba como un loco ¡está cogió! Hay secretos que nos los llevamos a la tumba, y él pretendía llevarse ese secreto que nos inquietaba a todos, porque no era el Don Juan que conocíamos entre el ruido de las máquinas tragamonedas y las luces de neón. La vida está llena de sorpresa, ver los ojos distantes, angustiados de Don Juan, aún a sabiendas que  la fortuna les regalo un día de gloria, y él no tuvo ni una pizca de gozo para tan esperado momento. Complicada es la existencia cuando nuestros secretos son guardados en lugares tan frágiles como la risa. La noche se iba ahogando en las carcajadas de las niñas que vendían su virginidad muerta, hace más de cien lunas. Don Juan recogía su ganancia, más cuando iba de retirada, hurgo entre sus bolsillos, y de la esquina más olvidada de su bolsillo izquierdo; emergió como arte de magia una papeleta de mil pesos, la entrego a la camarera, su exclusiva. Se desvaneció entre el ruido de aquellos que perdían su cordura entre el alcohol, el sonar de las tragamonedas y las luces de neón. Pero él, no percibió que al sacar el dinero había caído una hoja plegada 8 1/2×11 en la alfombra estampada de sirenas olvidadas, que al recogerla, la camarera, su exclusiva, corrió hasta la gran puerta de cristal, pero ya era tarde, Don Juan se había diluido en la espesura de la noche. Ella decidió abrir el misterioso papel, el cual decía: “Extracto de Acta de Defunción” Sra. Inés Vargas de Maldonado. Fechada al día. No obstante, al asomarse los primeros rayos del sol de una de esas mañanas largas de invierno; callaron las máquinas tragamonedas, se extinguieron las luces; las niñas volvieron a sus aulas vestidas de orgías. Todo volvió a ser, lo que hubo de ser, un cementerio de sueños.  Y ella, la exclusiva, al quitarse el disfraz de la noche, lloró una pena que no era suya.

Seudónimo: Liz

                

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