Microrelatos
Autor. Fausto Antonio Aybar Ureña.
La intrusa.
De repente, salió huyendo la come
libro, la devoradora de palabras, él, atónito, intentó atraparla. Pero era
escurridiza, casi invisible, se escabullía entre los imperceptibles agujeros
que formaban triptongos. Entonces, escrutó el libro para ver en qué capítulo se
encontraba, y para su sorpresa se acababa de engullir algunas palabras de amor
de la epístola de la Maga a su bebe Rocamadour. Y en
un arrebato de enojo, la aplastó entre las hojas. Y de súbito, vio como
regurgitaban de su vientre; las palabras más tiernas de rayuela “dientecito de ajo”.
La búsqueda.
Vente años llevando margaritas a
la misma tumba, y en una mañana lluviosa de mayo, vio al llegar; un enjambre de
mujeres que lloraban frente a la tumba, en sus manos, margaritas blancas,
entonces, ella se desplomó, echó a llorar, sobre aquella tumba sin nombre.
La otra versión.
La novela fue tomando tanta intensidad, que el lector
paso a ser, el escritor, el escritor, el editor, el editor, el corrector de
estilo, y el corrector de estilo, asumió con dignidad el plagio.
El eslabón.
Ya la pareja
entrada en el juego del amor, él le
insinúa a ella,
cosas extrañas para salir de lo monótono. Ella sorprendida, quedó perpleja ante la propuesta. Dos meses después, ella le exige
a él, una
prueba de amor, él estupefacto, al
día siguiente llama a su amante, su
amante llama a sus amantes, los amantes
llaman a sus amantes, y en esa cadena evolutiva de infidelidad, el primer eslabón yacía bocarriba, sin epitafio.