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jueves, 7 de marzo de 2013

EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER(ELOINA HERNANDEZ PEREZ) POETA MEXICANA



                                               ELOINA HERNÁNDEZ PÉREZ



INTRODUCCIÓN 
En el día internacional de la mujer el blog literario espejos y sombras, hace honor a quien honor merece, Elonia Hernandez Perez poeta mexicana ya fallecida, pero nos deja un legado de lucha y perseverancia, nos deja toda una cosecha de palabras desde la humildad de su ser, ,pues a la mujeres del mundo, aquí tienen una breve reseña de esa mujer que nunca desmayo ante la adversidad y nos dejo una lumbrera por conocer. Eloina Hernandez Perez, Mexicana, latinoamericana, poeta que el tiempo anida, desde este abitad temporal pronunciamos infinitas veces tu nombre. 
Nació en Naolinco, Veracruz el 23 de Abril en uno de esos tórridos años veinte. Su vida ha sido un acercarse a las cosas, un aprender de la gente y el mundo, un nutrirse de las experiencias de sus semejantes y  una alternativa para no ser tragada por la inmensidad de las transformaciones.
Lee y escribe desde pequeña, debido acaso, a que creció, prácticamente en una papelería; después tras incursionar en ocupaciones como corte y confección, taqui-mecanografía, decidió dedicarse de lleno a algo que le llamaba desde siempre: la literatura.
Ahora, tras más de tres años de asistir a talleres literarios de Xalapa, y luego de haber ganado un concurso en la revista El Cuento, con una mini-ficción, logra reunir, en un libro, sus poemas que son resultado de una búsqueda, de un hablar el mundo. O, más exactamente: de un mirar el mundo

POESÍAS 
EN MI BARCA

Me voy…

¡porque así me da la gana!

Quiero volar como el viento,
vivir sin contar el tiempo.

¡Porque así me da la gana!

Balanceándome en mi barca,
Iré donde me lleve el agua.
No tengo timón ni brújula;
mi barca va a la deriva,
sin capitán y sin carga.

Cabalgando en las olas,
he de atrapar luceros
que brillan en lontananza,
y en mi barca sin remeros,

Flotaré….

¡Sin echar anclas!

YA NO TE QUIERO IGUAL.


Ya se quebró el encanto
de aquellas dulces horas;
la emoción en la piel,
las manos temblorosas.

Ya el jazmín no perfuma
el suave atardecer,
ni la lluvia es aquella
que nos mojara ayer.

La caja de Pandora
se ha quedado vacía,
y el mágico esplendor
que envolvía mis ensueños.
Como una golondrina
emigró por el cielo.

Ya no se agita el aire
cuando te veo pasar.
Y el lago de mi alma
no refleja tu faz.

El ansia de tenerte,
el afán de mirarte,
sin que me diera cuenta,
dejaron de girar.

Se ha quebrado el encanto;
ya no te quiero igual.

TREINTA MINUTOS 
Camina corazón,

no tengas miedos

y vamos a un lugar

semiescondido.

Yo te voy a enseñar

a amar de nuevo,

con este loco amor

que yo te ofrezco.



Dame treinta minutos

de tu vida,

para explorar ansiosa

tu piel adormecida.

treinta minutos dame

para amarte,

con la loca dulzura

de mis besos.



Camina corazón,

no tengas miedo.

MICRO-RELATO
EL RETRATO DEL CORONEL
La vieja casona de la calle N va a ser demolida. En los ruinosos muros resaltan tres ventanas de fierro muy gargoleadas, medio pintadas de color crema. El portón del enorme zaguán está ya muy deteriorado, lleno de mugre, y con un gran agujero por donde cabe hasta un cuerpo humano.

Adentro todo es desolación. Los pisos recubiertos con ladrillos de barro cocido, lucen ahora resquebrajados, y sucios, sin que nadie los haya salpicado siquiera con agua bendita para alejar a los malos espíritus. Los altísimos muros agrietados, están invadidos por la humedad. Lo poco que aún queda del techo, es una que otra viga apolillada que lucha por sostener las pocas tejas rojinegras. Esto es lo único que protege de los elementos, el interior de la antiquísima casona.

A principios de siglo habitó ahí un Coronel garboso y varonil, de cejas pobladas y un enorme bigote de puntas retorcidas como colas de cerdo. Lo acompañaba su esposa Doña Tulitas, una elegante y devota dama caritativa.

Acostumbra entrar y salir por el portón agujereado, una pordiosera de nombre Remedios. Ahí vive y duerme. ¡Total! Con sus andrajos, cualquier lugar es bueno.

Ya no queda nada de valor adentro, pero quien sabe por qué, a nadie se le ha ocurrido descolgar las viejas fotografías del Coronel, y de Tulitas, que en el muro de una de las habitaciones todavía permanecen impasibles, uno cerca del otro. Están enmarcadas las fotos amarillentas por el tiempo, con unos óvalos de madera labrada y ya carcomida, de color dorado casi negro por el polvo acumulado en las hendiduras. Los protege un cristal cóncavo y ya opaco.

El retrato del Coronel ejerce sobre Remedios, la habitante de ese palacio venido a menos, una influencia fatal. Casi teme mirarlo, porque sus ojos son duros y penetrantes.

¿Estará disgustado con ella?
¿Quizá quiere decirle algo?

Cuando Remedios está de humor platica con ellos, pero ya olvidaron su educación; se hacen los desentendidos y siempre acaba hablando sola.

Alguna que otra noche despierta sobresaltada porque oye voces. No comprende todo lo que dicen, pues sus labios se mueven muy deprisa. Pero una palabra golpea sus oídos, se mete por su cerebro y le provoca un fuerte dolor de cabeza. El Coronel grita como loco: ¡Descuélguenme! ¡Descuélguenme! Entiérrame en el centro de la vieja fuente.

La andrajosa ya no puede más, y por lo que se ve, le va a dar su merecido al maldito viejo. Tambaleante arrastra una vieja escalera que pesa horrores; la va levantando palmo a palmo. Una vez en su sitio, asciende un peldaño… otro y otro, mientras suda copiosamente. Hasta las manos siente pegajosas.

Por fin están frente a frente el Coronel y la atarantada de Remedios. Aunque sus brazos inexplicablemente los siente torpes, logra alzarlos hasta tocar la fotografía. Trata de arrancarlo, forcejea, pero éste no cede. Rehúye la mirada que la hipnotiza; tira más fuerte, y un grito desgarra su garganta. ¡Oh Dios! Por sus brazos caminan, raspándole la piel, un montón de asquerosos alacranes. Aúlla, se sacude y no encuentra cómo bajarse sin soltar la foto. Llora histérica queriendo botar esos repugnantes bichos. Pero ¿cuáles? Si sus manos y brazos solamente están impregnados de polilla.

El retrato yace en el piso, recostado en la pared, mientras mira a Remedios con ironía. Esta hace un esfuerzo sobrehumano, lo levanta y camina lenta, muy lentamente en dirección de la fuente. Empieza a excavar; la tierra inexplicablemente está floja, como de hormiguero. Toma puñados y puñados ahondando rápido como enajenada. Un reflejo dorado la hiere. Mete nuevamente las manos y las saca rebosantes de monedas de oro. Se olvida del Coronel, y corre hacia la calle gritando alegre:

¡Monedas! ¡Encontré monedas!

La gente extrañada, mira pasar a la pobre mujer andrajosa, que exhibe en sus manos mugrosas, varios trozos de revolcados tepalcates.

LA MUJER QUE NO QUERÍA DORMIR

Melina no se dio cuenta cuando se empezó a apoderar de ella el miedo a dormir; pero recuerda que meses atrás, en Cancún, donde había llegado con varias amigas, y ya exhaustas de tanto caminar, en una banca del parque se instalaron en espera del autobús que las conduciría al hotel. Ahí se acercó una gitana tratando de leerles las líneas de la mano, y la única que aceptó prestarse a ese inteligente juego, fue Melina. La mujer le dijo, entre otras tonterías, que Melina tendría un encuentro con su propia muerte, estando dormida.
La cama que otrora la sentía blandamente cómoda, al paso de las noches, se fue convirtiendo en un suplicio. En cuanto se recuesta, todo le molesta o siente muy bajos o demasiados altos los cojines; las sábanas, por el continuo cambio de posición, se van resbalando hasta llegar al piso. Siente diminutos piquetes en la piel, que no son bichos, sino alteraciones nerviosas. Los ojos de Melina, a causa de la vigilia parecen ascuas. El sueño quiere meterse en Melina, por todos lados; invade su recámara como un monstruo maligno; pero ella no quiere dormir; bueno, si quisiera que Morfeo la poseyera, pero le da miedo hacerlo, por el temor de ya no despertar. Por ello se defiende con todos los recursos a su alcance: se pone a resolver crucigramas, y los abandona cuando dolorosas punzadas le laten en el cráneo, busca alternativas: camina descalza diez o quince minutos, moviendo la cabeza y brazos. Se asoma por el ventanal en el momento que un gato cochino rasca en el jardín y deposita sus pestilentes heces fecales. Regresa a la cama, recargándose en el rimero de cojines, y armada con el control remoto, dispara señales hacia la televisión, canal tras canal, hasta que el ardor en los ojos le avisa que deje de hacerlo.
Se chupa una pastilla de miel, porque aparte de todo, le arde la garganta. ¿Qué más hacer? Piensa en leer, toma el libro de Milán Kundera, La insoportable levedad del ser, que le queda como anillo al dedo, y empieza el drama, ya que su vista cansada le falla; prosigue en su necedad, hasta que diminutos alfilerazos le pinchan el ojo izquierdo.
Pasa de medianoche, son casi las dos de la mañana. Los ojos irritados, van cerrando sus persianas, y quieras que no, se duerme con la boca abierta como entrada de túnel. Un momentáneo descanso, pues las manos que acostumbraba dejar fuera de la sábana se contraen por algo desconocido que las roza. Tiene reseca la garganta hasta el estómago; al tratar de humedecer la boca con un sorbo de agua, se asusta, la lengua está gruesa. ¡Santo cielo! Se le dificulta tragar. Con la lengua de fuera, como un cuadro grotesco, permanece. ¿Qué hacer? Quizá nada. Seguir con la boca abierta, babeante, y esperar. Se rompe la cabeza queriendo encontrar el origen de su mal. No puede haberse lastimado con la dentadura, porque esta descansa en el vaso de agua con menta, donde Melina la introduce noche a noche. ¿Le picaría algún bicho?, es lo más probable. Sacude la ropa de cama, alumbra debajo de la misma por si ahí se esconde el enemigo, pero no hay nada. Todo está limpio y sin huellas.
La hinchazón va cediendo poco a poco, y la tranquilidad la envuelve.
Ya está amaneciendo y se acaba el show, que de forma parecida se repetirá en cuanto vuelva a caer la noche con sus sombras y su misterio.
No hay descanso para Melina. Sabe que el sueño tarde o temprano le vencerá aunque sea por poco tiempo, pero invariablemente, como si una mano de ultratumba le tocara, despertará en cuanto las manecillas del reloj, igual que una manzana partida en cuatro partes, marquen las tres de la mañana.
Hoy han sido diferentes las horas nocturnas. Melina se sobresalta al sentir algo que avanza sobre su piel. Una cosa áspera que raspa y humedece. Al prender la luz, una cucaracha gorda la camina, moviendo sus patas como en un baile macabro. Melina sacude impulsivamente los brazos; la infame vuela hacia el buró, asciende por el pie de la pequeña lámpara dorada, y con lentitud asombrosa, milímetro a milímetro, retándola, gira ... se de tiene ... gira columpiándose. Entonces melina se levanta por el lado contrario de la cama, sin prisas, haciéndole creer que no la ha visto, y le transmite con el pensamiento; mira, yo me voy de aquí, haz lo que quieras bicho endemoniado. Todo ha sido una estrategia, pues lo que Melina hace, es tomar el insecticida y le dispara una rociada que la abate, haciéndola caer de golpe sobre el buró, volteándose panza arriba en agonía inmediata.
Melina no tiene ni gota de saliva en la boca, toma la consabida botella de agua, y al acercársela a los labios, no los siente. Están gruesos, anestesiados; se acerca al espejo, y no se reconoce; está inflamada de los labios, abarcando parte de las mejillas, y por completo el ojo izquierdo. Melina ignora si las cucarachas tienen dientes, o si esta especie los tiene, si no ¿con qué la mordió? De todos modos está agradecida con el bicho por no haberla dejado dormir.
La temperatura ambiente es muy baja; por la ventila se filtra el fantasma del frío. Adrede hace a un lado la afelpada cobija. Empieza a tiritar. Piensa que sí obligará al sueño a buscar algún lugar más cómodo, o a quién clavarle sus garras.
Aún preocupada por la inflamación, llega el amanecer con su carga de luz y sonidos. El temor a morir mientras duerme, pasó de largo otra noche más.
Cuando Melina era joven y tenía que resolver cualquier asunto, pensaba: lo haré en el año 2000. Qué lejos estaba de imaginar que esa fecha se acercaba lenta y cautelosa, como los movimientos de las patas rasposas de la cucaracha.
A Melina le regalaron una calculadora con un contador de tiempo que marca segundo a segundo lo que falta para finalizar el segundo milenio. No sabe ella, ni nadie, qué acontecimientos traerá, y si la vida le alcanzará para ver la luz del tercero. Mientras tanto, seguirá luchando contra el sueño; que es como el aire; nadie lo ha visto, y nadie lo verá jamás; pero Melina y él se han empeñado en una guerra que quizá para otros no tiene razón de ser.
Melina no duerme por no emprender el camino hacia lo desconocido, y el sueño, su sueño invisible como el aire, la acechará de noche y de día, sin entender que Melina es la única mujer en el mundo, que no quiere dormir.

LOS VISITANTES
Una mañana vinieron. Era diciembre. Persistente, caía una helada y tupida llovizna. La neblina envolvía con su gruesa capa los árboles, las casas... todo era fantasmal. Un extraño frío se metía entre mis ropas, como un mendigo en busca de calor.

Ignoro cómo lograron entrar hasta mi habitación; no me sorprendió mucho su presencia, pero sí su estado deplorable. Al contemplarlos, creí vislumbrar en sus miradas un destello familiar.

En el aire flotó algo misterioso, que me erizó la piel.

Nadie habló una palabra, pero adiviné de inmediato qué los trajo. Entonces apagué el televisor, recogí mis libros y me abrigué con el suéter raído del diario; me encaminé a la reja, siguiéndolos. Salimos juntos en silencio y nos alejamos de la casa lentamente.

¿Hacia dónde? No lo supe en ese instante, porque nunca se sabe hacia dónde se dirigen los muertos.

viernes, 1 de marzo de 2013

ÁNGEL, RÍO INFINITO DE MUSAS.




CANTO AL NIÑO, FLOR DE AMOR

Hay una fiesta de peces en mi boca,
magma de amor, erupción en el corazón,
follajes de arco iris en tu vientre,
jardín de colores brotando de las manos.
Hay recolección de estrellas,
confetis y sonrisas, constelaciones
tronando tu nombre, un camastro tan extenso,
tan tierno, que los idiomas abrasan el cielo.
Hay infinidades de surcos ciñendo simientes,
tu esperanza, es la esperanza de todos,
las palabras, elasticidad de los sueños,
y no hay distancia, si tus ojos me llaman,
capullito, flor de mi amor.



FAUSTO ANTONIO AYBAR



ÁNGEL


Así, temblando en el follaje de madre,
así te bendigo
y dejo mi raíz en tu ventana
para que sea nutriente inagotable.



Cruzar la inmensidad de D´s
atravesar los mares,
abre las calles del silencio
y se desbordan los árboles al fruto.



Hay un canto de amor sobre la mesa
y una puerta iluminada
y una estrella , niño mío,
Ángel que levanta la estrechez del camino.



Rossana Arellano




NANAS PARA UN PRÍNCIPE



Ya cruzó las fronteras
mi niño lindo
y ni siquiera la nieve
cogió su sombra,
anda mi pequeñín
bendito niño
que acá en el Sur
las puertas
de par en par por ti,
ya están abiertas.



Ay! hijo de mi alma
como quisiera
se duplique mi vida
para quererte
y sostengas mi mano
cuando tu boca
pronuncie parabienes
a la madre tuya
y el corazón saltando,
ya te bendice.



Que preciosa es la vida
cuando regala
alegrías inmensas
en pequeñas manos
y nos toca directo
sobre la herida
para sanar tristezas
y desengaños.
Ay! mi niño valiente
Ángel de Dios.



Rossana Arellano Hasson



Tori Escalante le llama a Ángel “Ojitos de lucero”

jueves, 28 de febrero de 2013

POETA INVITADA (AMELIA PRIETO) ESPAÑA





DE LA POETA
AMELIA PRIETO
(ESPAÑA) 

Mirada de ébano
(Poema)

No puedo apartar
mi pensamiento de ti,
de tu mirada de ébano
de tu palpitar extremo
de tus labios de marfil
tus dedos de abril.
No quiero dejar de soñar,
el futuro nuestro será,
alejando la compañía
de esta ahogada soledad.
No deseo malgastar
esta oportunidad
de declararte mi amor,
porque respirar tu aliento
es renacer tras morir.



No ves...
                                                                 ( Micro-relato)

Abro los ojos al clarear la mañana y está ahí, aguardando en el umbral de la puerta que me levante, me calce las zapatillas y me ponga la bata. Espera que prepare el desayuno para dos. Enciendo el ordenador y quiere mi atención, se queja de que paso demasiadas horas delante de la pantalla. Ni siquiera compartimos gustos musicales, siempre queriendo escuchar los mismos manidos temas de la década de los 70's. Como una sombra me persigues. Día y noche, a mi lado, junto a mí. Maldita soledad, ¿por qué te empeñas en acompañarme? ¡No ves que quiero estar sola!




La persecución
                                                                 (Micro-relato)
Un hombre camina por la vereda. Hace calor y su paso es lento. De pronto, tiene la sensación de que le siguen. Acelera el paso y siente que quien le persigue también. No quiere poner en peligro a la persona con la que se ha citado por lo que decide bajar las escaleras del subte. Llega al andén. Parece que quien fuera que le persiguiera declinó continuar tras él. Sube de nuevo a la superficie. Reemprende su camino y de nuevo, ahí está. Volvió. Acelera el paso. Ya casi está corriendo. Hace calor. Siente palpitaciones en sus sienes pero no debe parar. Sigue corriendo. Casi le está alcanzando. Está mareado. Desfallece. Cae al suelo al tiempo que acaba la persecución. Bajo él quedó su sombra.


martes, 26 de febrero de 2013

EL OLOR DEL CRISTAL (MICRO-RELATO)





                                                    EL OLOR DEL CRISTAL
                                EN EL PREÁMBULO DE SODOMA Y GOMORRRA 

Al parecer todos duermen, la noche anterior les dejo por unas horas los ojos brutalmente aislados, intoxicados, esparcido entre unas almohadas rodeadas de lágrimas, la noche se deslizo infaustamente entre los bolsillos de unos fantasmas que pedían algunas dádivas entre estas calles perpetuamente olvidadas. Venían de todo los rincones de la ciudad, aquí se le olvidaba si eran puritanos o malditos, solo ese olor a piel, defecando sueños estériles los unían, los envolvían en las magias de un sexo derrotado, plagaban de semen sus labios, borbotaban cruces invisibles entre sus piernas, y aunque todo esto no era más el infierno, todo pensaban que esta puerta eran la única entrada al paraíso.

Espanto que no cubre sombra, maripositas noctámbulas acicalando sueños entre luna de mármol, y todavía nadie ha despertado, nadie ha querido regurgitar resaca de tiempos pasados, tan sólo han querido sacarse todo ese odio que corre por sus venas, que los llevan al delirio, o quizás a la conclusión de ser inmortal. Está cayendo la noche, como vampiros se asoman a las ventanas, quizás como sonámbulos se quitan las mascaras y empiezan aullar. Todos en fila de nuevos llegan a este lugar.
-algo de tomar Señor
- dos tragos de wisky,
-Gra-goose por favor,
-No, una cerveza es mejor,
-¡Uff, que pierna más hermosa mi amor!
Esta música que se va filtrando entre las minifaldas y los tatuajes de color mostazas de aquellas maripositas noctámbulas que aun no han despertado de la orgía, de la iniquidad de este cometa de carne.

Al asomarse la luz, la música se inclina como carcelero que irrumpe en el destello de las sombras de neón, los cuerpos monolíticamente lujuriosos se aferran a la danza de los dioses errantes. Y ahora precisamente desde este sillón, no sé si son animas que vegetan en la placidez del plasma, o en la desobediencia de unas feromonas heridas por la oscuridad del eco. Y todo este alcohol, todo este orgasmo derramado en bandejas de cristal, esta locura al parecer no tiene fin, porque no tienen fin los sueños en la tierra de nadie. Y Atreyu en la oscuridad, mira hacia la distancia, se abraza de la utopía y el delirio de estas mariposas que derrotan rosas, que derrotan flores y hasta primaveras.

Entre las grietas que ahuyentan virus, copos de nieves, malditos mundos que electrifican nuestros sueños, que llevan nuestra humanidad como parásitos repeliendo bendiciones, y la música no para, sigue su rutina de sirena marchita , sigue evaporando los últimos reductos de algunos duendes invisibles que llegaron aquí, no sólo por curiosidad, para esparcirse como veneno en nuestras lenguas. Al parecer el silencio llega como estruendo de piratas olvidados, como relámpago que limpia sangre, y todos se van a dormir a sus catafalcos, llenos de glorias y avatares, llenos de óxidos y olvidos, para tal vez volver, quizás mañana a este lugar.

Fausto Antonio Aybar Ureña. (Autor)


jueves, 21 de febrero de 2013

POETA INVITADA ( ANA MARIA GARRIDO ) ARGENTINA





DEL LIBRO
CONCIENCIA DE LA LUZ
DE ANA MARIA GARRIDO
POETA ARGENTINA



LA MARCHA DE LOS DÍAS


Si los pasos supieran

que el camino se esfuma
detrás del horizonte
no habría persuasión para el olvido
ni lámpara encendida
en el desván
del tiempo receloso.
La noche no se nutre
del viento y sus corolas,
sus pétalos incautos,
los erizados peces
de su cielo infinito.
No remontes tus voces
como el velamen roto
de tu fantasma errante,
como buque perdido
en las aguas voraces
de tu miedo más hondo.
La soledad condensa
la bruma pesarosa
de tus ojos salobres.
Si la luz te redime
¿para qué delegar tus cicatrices,
la faena de tus seres ocultos,
la retina azarosa de tu música
en las manos del mundo?
Sólo el amor expía
la marcha de los días.



EPIDERMIS



Es imposible atrapar

el humo despoblado,
ahuyentar los fantasmas
diseminados en las calles desnudas,
acallar a los testigos ciegos
que palparon
el agrio territorio nocturno
y gritaron a quien quiso escucharlos
que el sueño es una trampa
semejante a la muerte.
No hay manera de auscultar
el corazón de las rocas sedientas
ni sujetar las hélices del viento
que huele a quemazón,
a selvas incendiadas,
a verano con piel de catapulta.
En los ataúdes del silencio
la distancia oculta a sus amantes
de cabellera exánime
y dedos ancestrales
que destejen la lluvia.
La soledad esgrime
sus sables ateridos.
Cuando el tiempo pregunta
por sus cosas perdidas,
sus papeles secretos,
su desdentada música
el latido impreciso
de los viejos relojes
arrumbados en el fondo del mar
despierta a los volcanes olvidados
en inhóspitas islas
y cubre la epidermis del planeta
con su grave mortaja de diluvio.



HUELLAS DE OTRO TIEMPO



A la luz de las velas

azarosas como el viento,
los brazos de la lluvia
se elevaban
en señal de alabanza
o de callada súplica.
Los árboles entornaban
sus párpados desnudos,
condenados
a concebir la pura magia,
las terrestres manzanas,
los duraznos aéreos
con piel de sobresalto,
los plátanos sedientos.
Es posible encontrar
en los frutos
de mirada paciente
las huellas
de otro tiempo
en que el cielo
campeaba en nuestra vida
sin duelo ni presagio,
como un tibio
arrebato de palomas.
Hoy, la acritud
de los viejos enseres
arrumbados
en la casa gris
de la memoria,
no nos salva
del naufragio de los días,
el silencio piadoso
no alivia
nuestras llagas ocultas,
el puñado de luz
acumulado
en nuestra vida breve
no guía nuestros pasos
en la honda
tiniebla del destierro.



PARTO



Me duele

el tiempo incendiado
en los relojes
sombríos del invierno,
el sol inválido
que asoma su cabeza
entre nubes de fieltro.
Ignoro las palabras
que revelan
la iniquidad
de las murallas
que aíslan a los hombres,
la albura
de los huesos
sin memoria
repartidos en osarios
de piedra clausurada.
El miedo recupera
su máscara de antílope,
su acrimonia
de aeropuerto cerrado,
los voraces imanes
que atraen a la muerte
con sus vertiginosos
remolinos de llanto,
los apegos estériles
que fatigan de zarzas
la piel de la desdicha.
Entonamos
antífonas y salmos
en las vísperas
de la gran rebelión
de bosques arrasados
y tierra calcinada,
la profusión
de volcanes sedientos,
los temibles desiertos enfundados
en sudarios de arena.
El viento sabe a duelo,
a flores mancilladas,
a arboleda difunta,
a complot de las horas inmóviles,
rehenes del insomnio.
Cuando la luz regrese
con su vivero intacto,
su antídoto de frutos
de abrasada paciencia,
el cielo aguamarina
nos dará las señales.
Una brisa de parto
inundará de savia
las venas del planeta
para que fluya, cósmica,
la vida renovada.



SOY



No hay simiente

que pueda negar
su testamento
de ágape y foresta,
ni robledal que duela
en la corteza
de la tierra arrasada.
Basta un gesto fluvial,
un guiño,
un puño en alto
para que el sol desnude
su rostro de anticuario,
su ardid de amable fruto,
su garganta de fuego.
Sumergida
en el barro de otros seres,
en el leve agasajo de la luz,
oculta en esta piel agreste
que perdió
la memoria de los días,
soy el eje
de las cosas que sangran
-los dolidos
objetos de la espera-.
Soy la herrumbre

de la vida
sin máscara ni afeites
y la esperanza incierta
de un soplo
que reinstaure la Gracia.
Soy la inexplicable asimetría
perpetrada en el alma
del tiempo fugaz
y la armonía feroz de lo perpetuo.



LLUVIA



Intima persuasión

de la lluvia
pertinaz,
agorera,
terrosa,
terrenal,
territorial,
omnímoda,
ososa,
osario quieto,
barco encallado
de la luz acústica,
Alhambra,
abeto ciego,
martirio,
krill de ausencia,
simbiótica guitarra,
terrón tenso
de tendones humeantes,
barbijo de la luna,
fatigado
folíolo
del viento.


FLOR DE PUERTO PLATA "DOÑA ELENA ABREU"

        A la flor de Puerto Plata. Doña Elena Abreu. En la flor, su voz.   Anclada en la montaña, una flor, flor, oriunda del ...