Seguidores

jueves, 30 de abril de 2009

DESDE LA BURBUJA DE UN ÁNGEL «RELATO»








DESDE LA BURBUJA DE UN ÁNGEL  «RELATO»


Han pasado tres meses desde su nacimiento, son los primeros días de primavera, los héroes nacieron de los cuarteles, esos cuarteles que lo inhibieron de humanidad, aun quedan residuo de la tiranía, aun nos vestimos de silencio, aun en los rincones, hay almas que deambulan por las noches, que dormitan en su odio. Esta muerte que lo asecha, lo vigila y hasta lo acaricia, llegó como lastre lunar en la última estocada del tiempo, como insecto que ha recorrido los mundos oscuros del más allá, pero estaba todavía ahí, agónicamente vivo, tratando de ahuyentar a los fantasmas con un suspiro. Nadie podía entender por qué este muñeco de carne aun insistía en vivir, por qué los bichos que vegetan en las noches no se apoderaban de él, al parecer no estaba prescrito que su pequeño corazón irrumpiera en la historia.



Todos parecen estar consciente, de que las ánimas son exclusivamente de las noches, que el trotar de valientes aun espera a los excluidos, que sobre todas las cosas, solamente el hombre se postra en su mentira, y despertamos sin saber si hay anémonas en nuestros sueños, y él sigue ahí robándole unicornio al silencio, en espera de que la magia llegue como manos que ahuyentan óbitos. Esta casucha no es hábitat, ni de mendigos, ni de avaros, aunque sus tablas están a merced de tan sólo un hablar del viento, ella tendrá por encomienda lubricar calor para él. Han transcurrido no se cuantos Abriles y estas larvas cada vez más parecen anegarse de tiempos y llantos. Los vecinos entran despavoridos al oír sus gritos, hasta las chinchas que habitan a su lado, que le han ido robando todas esa sangre que se ocultan en sus labios, no entienden el por qué, de esta insistencia en levantarse y reír.



Posiblemente hoy estén llorando las cruces en sus calvarios, se esté gestando en el vientre que lo vio llegar, otro ángel perdido, otro de existencia esporádica, quizás porque la ciencia fue sorprendida en el desván de una sala despoblada de lógica, pero tan sólo tres meses duró su aliento, se fue a descansar a los confines del sueño, nunca se le pudo dar un nombre, pero tan sólo él la veía espantando cuervos y arañas, único y solitariamente él. Los años le llegaban entre bostezos y piyamas de colores pardos, parecía que el proceso natural de la vida se estancaba entre sus huesos, las palabras no alcanzaban la verticalidad humedad de su lengua.
Preferiblemente rosas en vez de velas, esa era la replica vespertina de la madre cuando se postraba frente al altar para alagar esos santos ladinos, que manoseaban niñas vestidas de silencio, que hicieron del hábito una cárcel para el orgasmo, que llenaron sus barbas del semen embustero de la historia, parecía que resonaba en su vientre una trifulca de fantasmas, una jauría de alabanza, y ella, siempre sola, espantándole mosca a sus gargajos haciéndole reír, destruyendo cada ladrillo que blinda el futuro, que dejaba filtrar la muerte. Pero llegaban los días lluviosos de mayo, los virus se apoderaban de los más afligidos, de los más desalentados, pero él era una cifra más entre ellos, quizás con más probabilidades estadísticas que los demás, pero como es de la ciencia el error, él se adueñaba de los márgenes.



Como siempre los días llegan repletos de historias, el petate donde ha vivido toda una vida le sirve de confidente de aquellos diálogos que se erigieron en los rincones inhóspito de su memoria, la perfección es perfectamente imperfecta, los hombres como las cosas, viven tiempo y espacio, se aferran a la existencia, a la negación del polvo, al parecer hay un visitante en la casa, pero él está solo, en el patio las hojas del almendro al caer nos llenan de nostalgia, mas frente al petate alguien lo hace sonreír, alguien les cuenta fabulas de seres de otro mundo, le acaricia con manos blanquecinas el vientre, él, sumergido en su asombro balbucea dilatadamente el tiempo, lo invita a compartir el petate, a pasear por los intricados pasadizos de la memoria, cuando está por momento, nos burla, nos traiciona y posiblemente se haga cómplice de la muerte. Han preferido callar hoy, se han levantado de sus sillas los últimos vigilantes del tiempo, han llegado hasta aquí, de sus labios solamente resacas de alientos impuros, de sus manos las miserias de sus miserias, mas nadie lo ha tocado, él, sigue soñando, él, sigue hablando con su amiga la extraña.



Han pasado no se cuanto Enero, aun queda espacio para los recuerdos, los residuos de las maderas quemadas afloran en su cabellera, un centenar de islas de carnes emergen sobre su piel, los labios se van agrietando mientras las palabras se vuelven escasas, y él la sigue buscando, la sigue olfateando entre las hojas descompuesta del tiempo, al parecer su soledad es más ruidosa que su miedo, más bramante que su ego, y no se por qué cuando sonríe dibuja en el viento fantasmas de colores, siembra la tierra con mariposa que remuden odios. Parece ser verdad que el cantar de los grillos, como el bostezar de los gatos deja varadas a las ánimas en su intento de volver a la carne…

Autor: Fausto Antonio Aybar Ureña.

miércoles, 22 de abril de 2009

EVA, BUSCANDO EL MAR




                                

                                             De la colectiva Mujer y Naturaleza 2018




Eva, 

Buscando el Mar


Quién ha dicho

que ella nunca ha visto el mar,
burbujas marinas asediando sus sueños,
aromas de sirenas adheridas a su piel,
fabulas de piratas y duendes naufragando
en el silencio oblicuo de su eco.

Quién ha dicho

que ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar habita entre sus ojos
de doncella taciturna, cuando de su vientre
emergen voces de barcos fantasmas.

Tal vez, ella, 

nunca ha visto el mar,
nunca ha tocado el silencio de sus olas,
nunca ha acariciado la sutileza de su aliento,
y que, de esos poetas que hicieron del mar su tumba,
que a pertrecharon de sal su llanto


Por qué llorar,

si ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar corre vorazmente entre sus
labios y desmenuza en la calidez del trópico
todo el encanto de su tristeza.


Quién ha dicho

que ella nunca ha visto el mar,
cuando el mar dibuja en su sexo
anémonas fosforescentes, 
cuando de su lengua
brotan anclas invisibles,
mas de su sombra, palabras olvidadas.

Si, por qué decir que ella

nunca ha visto el mar, 
cuando el mar está entre sus ojos, 
cuando sus ojos son deshojados 
por el mar.

Fausto Antonio Aybar Ureña.

Miriam Mejía, Haijina dominicana.

  Miriam Mejía. En el oasis de la brevedad.   El Blog Espejos y sombras en su continuo caminar por la senda del haiku dominicano, se d...