DEL LIBRO
CONCIENCIA DE LA LUZ
DE ANA MARIA GARRIDO
POETA ARGENTINA
LA MARCHA DE LOS DÍAS
Si los pasos supieran
que el camino se esfuma
detrás del horizonte
no habría persuasión para el olvido
ni lámpara encendida
en el desván
del tiempo receloso.
La noche no se nutre
del viento y sus corolas,
sus pétalos incautos,
los erizados peces
de su cielo infinito.
No remontes tus voces
como el velamen roto
de tu fantasma errante,
como buque perdido
en las aguas voraces
de tu miedo más hondo.
La soledad condensa
la bruma pesarosa
de tus ojos salobres.
Si la luz te redime
¿para qué delegar tus cicatrices,
la faena de tus seres ocultos,
la retina azarosa de tu música
en las manos del mundo?
Sólo el amor expía
la marcha de los días.
EPIDERMIS
Es imposible atrapar
el humo despoblado,
ahuyentar los fantasmas
diseminados en las calles desnudas,
acallar a los testigos ciegos
que palparon
el agrio territorio nocturno
y gritaron a quien quiso escucharlos
que el sueño es una trampa
semejante a la muerte.
No hay manera de auscultar
el corazón de las rocas sedientas
ni sujetar las hélices del viento
que huele a quemazón,
a selvas incendiadas,
a verano con piel de catapulta.
En los ataúdes del silencio
la distancia oculta a sus amantes
de cabellera exánime
y dedos ancestrales
que destejen la lluvia.
La soledad esgrime
sus sables ateridos.
Cuando el tiempo pregunta
por sus cosas perdidas,
sus papeles secretos,
su desdentada música
el latido impreciso
de los viejos relojes
arrumbados en el fondo del mar
despierta a los volcanes olvidados
en inhóspitas islas
y cubre la epidermis del planeta
con su grave mortaja de diluvio.
HUELLAS DE OTRO TIEMPO
A la luz de las velas
azarosas como el viento,
los brazos de la lluvia
se elevaban
en señal de alabanza
o de callada súplica.
Los árboles entornaban
sus párpados desnudos,
condenados
a concebir la pura magia,
las terrestres manzanas,
los duraznos aéreos
con piel de sobresalto,
los plátanos sedientos.
Es posible encontrar
en los frutos
de mirada paciente
las huellas
de otro tiempo
en que el cielo
campeaba en nuestra vida
sin duelo ni presagio,
como un tibio
arrebato de palomas.
Hoy, la acritud
de los viejos enseres
arrumbados
en la casa gris
de la memoria,
no nos salva
del naufragio de los días,
el silencio piadoso
no alivia
nuestras llagas ocultas,
el puñado de luz
acumulado
en nuestra vida breve
no guía nuestros pasos
en la honda
tiniebla del destierro.
PARTO
Me duele
el tiempo incendiado
en los relojes
sombríos del invierno,
el sol inválido
que asoma su cabeza
entre nubes de fieltro.
Ignoro las palabras
que revelan
la iniquidad
de las murallas
que aíslan a los hombres,
la albura
de los huesos
sin memoria
repartidos en osarios
de piedra clausurada.
El miedo recupera
su máscara de antílope,
su acrimonia
de aeropuerto cerrado,
los voraces imanes
que atraen a la muerte
con sus vertiginosos
remolinos de llanto,
los apegos estériles
que fatigan de zarzas
la piel de la desdicha.
Entonamos
antífonas y salmos
en las vísperas
de la gran rebelión
de bosques arrasados
y tierra calcinada,
la profusión
de volcanes sedientos,
los temibles desiertos enfundados
en sudarios de arena.
El viento sabe a duelo,
a flores mancilladas,
a arboleda difunta,
a complot de las horas inmóviles,
rehenes del insomnio.
Cuando la luz regrese
con su vivero intacto,
su antídoto de frutos
de abrasada paciencia,
el cielo aguamarina
nos dará las señales.
Una brisa de parto
inundará de savia
las venas del planeta
para que fluya, cósmica,
la vida renovada.
SOY
No hay simiente
que pueda negar
su testamento
de ágape y foresta,
ni robledal que duela
en la corteza
de la tierra arrasada.
Basta un gesto fluvial,
un guiño,
un puño en alto
para que el sol desnude
su rostro de anticuario,
su ardid de amable fruto,
su garganta de fuego.
Sumergida
en el barro de otros seres,
en el leve agasajo de la luz,
oculta en esta piel agreste
que perdió
la memoria de los días,
soy el eje
de las cosas que sangran
-los dolidos
objetos de la espera-.
Soy la herrumbre
de la vida
sin máscara ni afeites
y la esperanza incierta
de un soplo
que reinstaure la Gracia.
Soy la inexplicable asimetría
perpetrada en el alma
del tiempo fugaz
y la armonía feroz de lo perpetuo.
LLUVIA
Intima persuasión
de la lluvia
pertinaz,
agorera,
terrosa,
terrenal,
territorial,
omnímoda,
ososa,
osario quieto,
barco encallado
de la luz acústica,
Alhambra,
abeto ciego,
martirio,
krill de ausencia,
simbiótica guitarra,
terrón tenso
de tendones humeantes,
barbijo de la luna,
fatigado
folíolo
del viento.
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