JOSÉ RAFAEL LANTIGUA (ESCRITOR, POETA)
DOMINGO MORENO JIMENES
DOMINGO MORENO JIMENES:
Un ideal reformador siempre vigente.
Por José Rafael lantigua ( Poeta, Escritor )
Fuente tomado del espacio lectura
del periódico Diario Libre, República Dominicana.
En los inicios del siglo veinte dominicano, la poesía dominicana languidecía por agotamiento de temas y por insuficiencia de medios expresivos. La producción poética hacía trillos por los caminos de un romanticismo decadente, y los poetas iban y venían con su carga repetida de lamentos y de idealismos constantes, viciados y trastornadores.
Era nuestra poesía, entonces, un organismo cansado, cuando irrumpió en ella, con su voz vibrante, el espíritu renovador de Domingo Moreno Jimenes. Subvertidor del orden establecido, Moreno desarrolló la práctica del "foquismo" literario, estableciendo trincheras de pensamiento liberador en Santo Domingo, en Santiago o en Asomante, colinas sacras que fueron centros variables de su proyección y que alguien ha definido certeramente como "las capitales ideológicas de su insurgencia literaria".
Las llamas de sus ideales místicos y la firmeza de sus concepciones revolucionarias en el orden literario, provocaron las luces que alumbraron las nuevas corrientes y dieron paso a una renovación de nuestra literatura que aún -con desconocimiento de no pocos- sigue sintiéndose y afirmándose. El auténtico libertador de la poesía dominicana lo es él sin dudas, porque independizó nuestra poesía de sus moldes gastados, de sus patrones anticuados, de su temática común y difusa, y de sus modelos que exigían urgente superación.
Las remotas ataduras retóricas, los ligamentos de la rima y la métrica, y las rigideces de la estrecha preceptiva, desaparecieron de la escena gracias al intenso como saludable bombardeo liberador de la revolución literaria capitaneada por Moreno, bajo los principios estéticos enarbolados por su movimiento postumista.
Como ideal de Moreno, más que como escuela o movimiento literario, el Postumismo constituyó una etapa crucial en el desarrollo de nuestra literatura, y "como proceso autónomo, fuera de influencias mentales colonialistas" fundamentó sus fases evolutivas mediante el versolibrismo emancipado de tradicionales trabas preceptivas, por una parte, y por la otra, mediante el rescate del paisaje, la geografía, fauna y flora autóctonas, pero hasta entonces sin voz peculiar, usos y costumbres que son la sangre y el nervio de nuestra identidad como ser nacional en el contorno del panorama americano.
Por eso, es la poesía de Moreno una poesía dominicana, en el sentido de mayor valor del término, proyectada universalmente porque su carácter trasciende todas las fronteras y se introduce donde quiera que hay un hombre acosado por la realidad, zamarreado por las circunstancias y siempre anhelante de paz, pan y libertad. Moreno es dominicano cuando hace poesía a través de nuestra realidad social, cuando se extasía en los registros de un atardecer, cuando elabora versos a la mujer campesina llamándola "mixtura de infinito y de llanto", cuando canta a una fiesta en Jacagua, cuando es capaz -licencia que le costó tantos sinsabores críticos- de introducir en un poema un fruto como el mango, un árbol como la ceiba o un paisaje común como el del barrio capitalino de Villa Francisca.
Se hace universal y trascendente cuando dirige su pensamiento hacia la América sufrida y crea por ella y con ella una filosofía que el rumano Horia Tanasescu demostró que tiene su entronque en el saber milenario de las religiones orientales. Manuel del Cabral, uno de los poetas más extraordinarios del Continente, destacando la importancia del quehacer poético de Moreno escribió en una ocasión que con él la poesía se había despojado de toda retórica, de todo lo que sea artificio y esteticismo, "para poder decir la verdad de la vida en la cual está la defensa de todas las sociedades".
Desde luego, en su tiempo Moreno, como señaló una vez Héctor Incháustegui Cabral, fue un "pecado": su obra poética fue observada y analizada no solo con recelo, sino que fue combatida directamente y tenazmente por influyentes intelectuales de su época. La embestida contra la recia individualidad del poeta intentó ser demoledora, pero él la resistió y estuvo resistiéndola casi hasta el final de su vida. No podemos ocultar lo que Julio Jaime Julia llamó "la piqueta destructiva de los zoilos" que buscaron siempre hacer añicos la firme y sólida obra de Moreno. Por eso, acepté la encomienda de un gran amigo, hoy desaparecido, que me instó a inaugurar una colección editorial con la biografía de Moreno Jimenes, labor que cumplí modestamente hace ya hoy 38 años, intentando encontrar el justo sitial -el que le corresponde, de hecho y derecho- al magisterio tutelar, preconizador de nuevas formas y de nuevos signos en la poesía dominicana del ilustre autor del Poema a la Hija Reintegrada.
"El artista es libre", al decir de Ezra Pound. "Desde el inicio el verdadero artista es el paladín de la libre expresión. El artista es libre, es decir que debe serlo por circunstancia y heroísmo". Hombre de vida trashumante, que caminó la geografía nacional dando a conocer su poesía y llenándose de realidad, color y desvelos para hacer de ella una vibración óptica que otorga valoración vivencial a su obra, Moreno paseó sus versos en medio de un trajinar dramático, lleno de dolores y carencias económicas, en una carga de trotamundos lírico que no tiene parangón en la historia de la literatura hispanoamericana. Solo en la literatura norteamericana hemos encontrado un ejemplo similar en el poeta Vachel Lindsay que igual que Moreno, anduvo por toda la geografía de Estados Unidos proclamando un evangelio liberalizador desde el campo de la poesía.
Nadie como Moreno Jimenes se adueñó del alma nacional y pregonó con tanto afán un ideal reformador que -aceptado por unos, desconocido por otros- cosechó frutos en el contexto general de la literatura dominicana. Hace mucho tiempo escribí una frase que no olvido, en torno a las críticas habituales de cierto sector de la intelectualidad contra Moreno. Subrayé entonces que no deberíamos estimular a los que contradicen, exclusivamente para zaherir, la labor poética de Moreno. Y recalcaba que muchos han deseado siempre apagar la luz para que no lo vean. Su obra está inscrita en nuestros anales literarios con letras de oro. Alumbrando las auroras de etapas literarias pasadas, presentes y por llegar. Viviendo por encima de los silencios y de los olvidos. Superando infortunios y malquerencias. A la obra de Moreno se le podría aplicar el criterio de Pablo Neruda de que la poesía "tiene las siete vidas del gato". Su labor poética, por tanto, podrá ser molestada, arrastrada, escupida, ignorada, befada, limitada para ahogarla, pero al final saldrá en todos los casos, como afirmaba el inmortal vate chileno, "con la cara lavada y una sonrisa de arroz".
En uno de sus poemas menos conocidos -"El mensaje de la vida"- Moreno pareció enfrentar la adversidad con estatura gigantaria, con la enorme estirpe cósmica de su espíritu: "Ofrece tu obra a la juventud, sin esperar nada del presente./ Bendice la maledicencia que te roe/ santifica la envidia que te enturbia la alberca./ Cree más en tu alma-fuerza que en tu brazo-sentido…/Mejor que seas un aire leve de Eternidad, porque así no podrás ser muerto ni por la Muerte…"
Domingo Moreno Jimenes era hijo de un reconocido joyero de la época Domingo Moreno, quien en tiempos duros llegó a laborar en la zafra del ingenio San Luis, próximo a San Isidro. Su madre fue María Josefa Jimenes, hija de quien sería dos veces presidente de la República, Juan Isidro Jimenes. El poeta tenía ascendientes venezolanos, porque su padre era hijo de padre y madre nativos de Venezuela, los Moreno-Urdaneta. Nació en una vivienda situada en lo alto de la calle San José, años después bautizada con su nombre actual, 19 de marzo. Era 7 de enero de 1894. Murió el 21 de septiembre de 1986, diez años después de quien suscribe haber presentado -en su presencia- su biografía en la Feria Nacional del Libro de 1976, que entonces se celebró en el Palacio de Bellas Artes. Su deceso se produjo en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas, donde estuvo recluido por varios meses. Tenía 92 años, 8 meses y 14 días. Al fin llegó a los predios del poeta, Su Majestad la Muerte, como él la definiera en uno de sus cantos. Así clausuró su paso por la tierra el poeta andariego que paseó su verbo y su talle de vate renovador por los caminos de toda la República.
"Ahora vive en el agua./ Y en el niño que nos desconoce./ Y en la pisada tenue de la brisa./ Y en la religiosidad que nos arcana el dolor./ Y en la alegría superflua de todo humano triunfo./ Y en el goce mentido de la caricia de la tarde./ Y en la angustia compasiva de la ansiedad./ Y en el instante que se soñó un milenio./ Y en el milenio que fue un instante."
(Celebramos que la Feria Internacional del Libro 2014, en su décimo-séptima edición, se le dedique este año a la vida y obra -que en su caso es lo mismo- del poeta mayor de la literatura dominicana).
No hay comentarios:
Publicar un comentario