LABERINTOS I
Y vuelvo a despertar
entre ellos,
sumergido en la voraz
imputación
de sus egos, albergando
disociadas estrofas
de esta sinfónica mudez.
Porque son ellos,
los laberintos, esos que
ahogan ecos,
que oxidan tarjas y
murallas.
Laberintos, ya no de
lagos de sangre,
Sino, de mares de
huesos, moribundas
miradas resbalando en la
porosidad del olvido.
Rayos de polvo surcando
quebradas,
hiriendo momias,
atizando odio,
masticando las heces del
tiempo.
Y quisiera salir de este
embrión
de gárgolas disecadas, emerger en la liquidez
de estos espejos que
derrotaron fantasmas.
Y romper con esos
laberintos que desterraron el sueño,
que hicieron de mi; el
hombre imperfecto.
Fausto Antonio Aybar Ureña.
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