EL IMPOSTOR.
Lo cierto es que pasaron los minutos, yo estaba frente a él. Él me miraba
fijamente, yo lo miraba, intente hacer algunos movimientos para evadirlo, él me
imitó, cerré los ojos para no mirarlo, pero percibí que él aun me miraba. Era
tan parecido a mí, que de súbito, un escalofrío invadió todo mi cuerpo, y pude
notar, que del otro lado de aquella superficie de mercurio, los vellos en su
piel se erizaban. Intente gritar, pero un nudo amarraba mi garganta; mientras
que él, expulso un eco tan fuerte que rompió el cristal, y yo, estupefacto, lo
vi esfumarse entre los pedazos.
Fausto Antonio Aybar Ureña.
Fausto Antonio Aybar Ureña.
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